¿Para que sirve la Real Academia Española? Es una pregunta que me vengo formulando desde hace ya años. Antes, la RAE era la institución que velaba por la pureza del castellano. Al parecer, ahora la RAE está para autorizar auténticas barbaridades que se cometen en España con nuestra lengua. Ya es imposible recobrar el auténtico sentido del adjetivo “álgido” (punto más frío), que se utiliza como “punto más caliente, más emocionante”. También está refrendado el vocablo “deleznable” como detestable, abominable, cuando en realidad significa “que se rompe fácilmente” y en sentido figurado: “de poco valor”.
Al parecer, la RAE tiene cosas más importantes que hacer que enviar a los directores de los medios un folleto que recoja las constantes infracciones de nuestro idioma, cometidas insistentemente por los periodistas, que se supone que han estudiado en una facultad de Ciencias de la Información. ¿A ver si son los catedráticos los que difunden el virus contra el castellano? En algún lugar han tenido que “aprender” los futuros periodistas que no se dice “detrás mía”, sino “detrás de mí”. Sabrán por sus profesores qué es un adverbio y que un adverbio no admite adjetivo. También en algún lugar han tenido que aprender nuestros informadores que el pretérito imperfecto de indicativo denota una acción en el pasado que aún no ha concluido en el presente o cuyo fin está condicionado por otra frase en el pasado: “La casa ardía, cuando llegaron los bomberos”. El uso del pretérito imperfecto en vez del indefinido es lícito, sin abusar, en la poesía y en la prosa literaria.
Por el contrario, el pretérito indefinido se utiliza cuando la acción en el pasado concluye definitivamente: “Ayer llovió mucho”. Es tan falso decir en este caso: “ayer llovía mucho” como “la guardia civil detenía a cuatro terroristas”. Lo correcto: “La guardia civil detuvo…”
Otro virus que está acabando con el complemento directo femenino: “la” es el leísmo: “Le vio” por “la vio”, etc. En castellano es una lengua muy exacta. Con tantos errores que leemos, vemos u oímos, el castellano va perdiendo su exactitud: “le vio” es un complemento directo masculino. Si empleamos “le” tratándose de una mujer, ¿cómo vamos a discernir si el complemento directo es masculino o femenino?
En fin, se podría escribir un tratado sobre el mal castellano que se está extendiendo como una mancha de aceite. ¿Qué hace la RAE? Para tan distinguida institución parece ser más urgente reformar la ortografía española para complacer a los sudamericanos, que son otro capítulo aparte. Que se lo pregunten si no al premio Nobel (se pronuncia Nobél) de Literatura, Gabriel García Márquez, que desde los comienzos de su actividad literaria está en pie de guerra con la ortografía castellana.
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