sábado, 8 de diciembre de 2018

TEMA DE HOY: Suspiro de alivio






Todos aquellos que, como yo, nos temíamos un giro hacia la derecha de la Unión Demócrata Cristiana alemana (CDU) lanzamos un suspiro de alivio al enterarnos de la elección de Annegret Kramp-Karrenbauer (55 años) como nueva presidenta del partido. En una reñida competición, que dejó por el camino al tercer candidato, el ministro de Sanidad Jens Spahn,  Kramp-Karrenbauer consiguió en la segunda ronda 51,7 % de votos. Su contrincante, Friedrich Merz (63 años), se quedó muy cerquita de la ganadora con en el 48,25 %.
 
Mientras que Merz en su discurso defendió la necesidad de recuperar el electorado que había abandonado a la CDU/CSU en los últimos comicios regionales (Baviera y Hesse) para irse a los ultraderechista de AfD (Alternativa para Alemania) gracias a un programa mucho más conservador, Kramp-Karrenbauer (más conocida como AKK debido a su largo e impronunciable nombre) puso de manifiesto que con ella la CDU seguiría el curso centrista que la Unión ha venido manteniendo a lo largo de su historia y que ella calificó como las tres raíces del partido: la conservadora, la socialcristiana y la liberal. De ello se deduce que habrá pues continuidad en el partido hasta ahora liderado por “die Mutti der Nation” (la mamá de la Nación), apodo con el que se conoce a la señora Merkel entre la población alemana.
 
Pero ¿quiénes son los dos candidatos que se enfrentaron ayer en votación secreta en el Congreso de la CDU? Empecemos por Merz.
 
El abogado y ex juez Friedrich Merz, comenzó su carrera política dentro de la CDU en 1989 como parlamentario europeo electo. Después, del 2000 al 2002 fue portavoz de la CDU/CSU (por entonces, en la oposición) en el Congreso, cargo que le fue arrebatado por Angela Merkel que contaba con el gran apoyo de su mentor, el canciller Helmut Kohl. Merz tuvo que conformarse con el cargo de portavoz adjunto hasta que, en 2004, harto de las confrontaciones con Angela Merkel, dimitió. En 2009 se retiró de la política activa para dedicarse enteramente a la empresa privada, donde ha venido ocupando puestos de responsabilidad en  renombrados bufetes de abogados, así como en diversos, muy importantes, grupos empresariales. Desde 2016 es Presidente del Consejo de Dirección y lobbista de la sucursal en Alemania de la primera gestora de fondos mundial, la estadounidense BlackRock Inc., que mueve 5,3 billones de euros en todo el mundo, casi tanto como el PIB de Alemania y Francia juntos. En 2014, Merz inició un tímido regreso a la política como representante de la CDU de Renania del Norte/Westfalia en la “Comisión Brexit”, que -con el apoyo del Presidente del Bundestag (Parlamento alemán) y ex Ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble- le ha servido de trampolín para presentar su candidatura a la presidencia del Partido Cristiano Demócrata.
 
El entretanto millonario Friedrich Merz pertenece al ala más conservadora y favorable a la Industria de la CDU, que aboga por las privatizaciones y los recortes sociales. Está a favor del retorno a la energía nuclear y votó en contra de la penalización de la  “violación conyugal ”.  Además, mantiene que la Educación debería dejar de ser gratuita. Extrañamente, no está en contra del matrimonio homosexual. Por supuesto, es partidario de mantener la Ley y el Orden, aunque ello significase restringir en determinadas ocasiones algunas libertades ciudadanas, y no le gusta nada la política de la todavía Canciller Merkel en materia de inmigración y refugiados. Sin embargo, está totalmente en contra de los eslóganes del partido AfD (Alternativa para Alemania), a quien califica de populista y nazi. En su ponencia, Merz ha salido en defensa de la CDU como el último "gran partido democristiano" de la Unión Europea.
 
En cuanto a Annegret Kramp-Kampenbauer, la sucesora de Merkel en la presidencia del partido era una casi desconocida líder local hasta que, a propuesta de Merkel, consiguió el pasado febrero, en un congreso extraordinario, auparse hasta la Secretaría General de la CDU. Perteneciente al ala centrista y más social del partido,  AKK está considerada como la candidata de Angela Merkel. Su carrera se ha desarrollado en el Sarre, (en alemán: Saarland), uno de los “Länder” más pequeños de Alemania, (2600 km2 y tan sólo 1 millón de habitantes). Si les interesa, pueden leer su biografía siguiendo el enlace.
 
Annegret, a la que muchos en el partido llaman “la mini-Merkel”, en su discurso solicitando el voto de los delegados, pidió "coraje" para asumir los desafíos a los que se enfrenta el partido. Después de catorce años de era Merkel, la coalición cristiano-demócrata no lo tiene nada fácil. Tras su caída en picado en el favor de los votantes tradicionales, AKK es consciente de que hay que renovar el programa del partido si se quiere impedir que la ultraderechista Alternativa para Alemania se haga con una gran parte del pastel electoral. Para ella, “la fortaleza de la CDU es de gran relevancia para Alemania y para el conjunto de Europa”.
 
Annegret Kramp-Kampenbauer  no lo tiene nada fácil. Ante sí, la ardua tarea de manejar bien el partido  y de desarrollar junto a Merkel estrategias para que ésta pueda llevar a buen término su mandato como canciller, previsiblemente en 2021, como garantía de sus propias posibilidades para convertirse ella también en la segunda mujer que dirige los destinos de la República Federal de Alemania. Todo esto sólo será posible si se consigue volver a atraer el voto de los ciudadanos desencantados de la CDU que fueron fascinados por los cantos de sirena de la ultraderecha alemana, nazi, populista y xenófoba.
 
De momento, el centrismo de la CDU está garantizado, que no es poco…
 
Margarita Rey
 
 
 

RECUERDOS DE MI MANUEL: Europa y la sociedad multicultural






Escrito por mi difunto esposo en abril de 1997,  este artículo (como tantos otros suyos) se puede calificar de premonitorio.

 
EUROPA Y LA SOCIEDAD MULTICULTURAL

"Multicultural" o, dicho en cheli alemán "multikulti", es un término que en los últimos tiempos se ha puesto de moda en Alemania. La radio de Berlín SFB transmite desde hace un par de años un programa de 24 horas titulado "Radio Multikulti" y elaborado por un equipo de redactores de los más diferentes países, desde el Africa subsahariana hasta Brasil. El programa, presentado en alemán con los más diversos acentos foráneos pretende acostumbrar a la sociedad alemana a la realidad de la presencia en el país de más de siete millones de extranjeros, la inmensa mayoría procedentes de países ajenos a la Unión Europea. La poderosa emisora alemana WDR (Radio Colonia) quiere también subirse al carro multicultural y aunque para ello sea preciso eliminar los programas en lengua materna que las emisoras públicas alemanas (ARD) transmiten desde hace 33 años diariamente para los ciudadanos de la Unión Europea residentes en Alemania: italianos, griegos y españoles. Para los responsables de la WDR y de otras emisoras de la ARD son más importantes al parecer los musulmanes que los cristianos, los no europeos que los europeos. Es el celo alemán para evitar la acusación de racista.
 
"Multikulti" es la invención más reciente de intelectuales de izquierda alemanes y de los llamados políticos progresistas que creen que un problema se soluciona sólo con darle un nombre con gancho. El problema es que en nuestros días millones de personas del tercer mundo ven a Europa Occidental y muy especialmente a Alemania como tierrra de promisión. En su mayoría como refugiados o peticionarios de asilo acuden a nosotros cada vez más personas de los más diversos países no europeos, con lo cual poco a poco se agota el límite de nuestra capacidad de absorción social, económica y, no en último lugar, cultural.
 
"Multikulti": la palabra sugiere algo abigarrado, alegre, gracioso como tutti frutti. Multikulti parece haberse convertido para políticos de la escena rojiverde y los intelectuales que les suministran las ideas y las exponen en los medios de comunicación, en la fórmula mágica para dominar este fenómeno de masas que irrumpe sobre Europa Occidental.

Soy muy pocos, poquísimos ya, los alemanes que sienten miedo de los antiguos "Gastarbeiter" (trabajadores invitados, un eufemismo para "emigrantes") que llegaron del sur de Europa. Al contrario. Transcurridos  más de  35  años, los italianos, los griegos, los españoles y los portugueses, y sus hijos nacidos y educados en este país, se han convertido, en la mayoría de los casos, en estimados conciudadanos. Después de tres décadas de convivencia es ahora más lo que une que lo que separa. Muchos de los antiguos "Gastarbeiter" son ahora ciudadanos de la Unión Europea que están integrados en igualdad de derechos desde el punto de vista jurídico, político y laboral, en virtud de convenios que obligan a todos los miembros de la Unión. Cierto: a nivel cultural o lingüístico aún queda camino que recorrer para hacer realidad la idea de una Europa común. Todavía es preciso derribar prejuicios aún existentes, aceptar las peculiaridades de los conciudadanos y acentuar lo común que nos une. En la Unión Europea son fuertes los impulsos en esta dirección: programas de intercambio cultural para los jóvenes, fomento del aprendizaje de la segunda y tercera lengua entre alumnos y estudiantes, iniciativas de la Unión para el acercamiento entre las ciudades y las regiones europeas y para intensificar el turismo cultural intereuropeo. Paralelamente, incremento del intercambio de programas radiofónicos y de televisión. Todo ello pertenece a las medidas prioritarias de la Unión para crear una conciencia común europea. Pero el trabajo principal para construir nuestra "casa común europea" hemos de ha-cerlo nosotros mismos. En primera línea hemos de ser conscientes de nuestras raíces históricas comunes y hemos de creer en la necesidad de un futuro común de Europa.

Sin embargo, apenas hemos comenzado a edificar nuestra "casa común europea", nuestro trabajo se nos complica cada vez más. Los grandes desniveles económicos y políticos entre los pueblos pobres y superpoblados del tercer mundo y las naciones industrializadas ponen en marcha en los umbrales del año 2.000 movimientos migratorios hacia la "prosperidad". Estas migraciones, que aún parecen  un goteo,  pero un goteo cada vez más intenso, podrán cambiar en los próximos cincuenta a cien años las estructuras políticas, sociales y económicas de los continentes más desarrollados del mundo, como Norteamérica y Europa. La respuesta que está dando Europa a este fenómeno es el desconcierto. Este desconcierto se pone de manifiesto en políticas contradictorias de inmigración. Los Estados europeos no consiguen ponerse de acuerdo sobre una política común de extranjería, que cree una situación jurídica clara respecto a los inmigrantes ilegales y a los pseudo-peticionarios de asilo, con lo cual se evitarían también muchas rigurosidades e incluso situaciones inhumanas.
 
Frente a esto se hallan los utopistas que parecen creer que Europa puede acoger a todos los pobres del mundo sin que se hunda bajo tal peso todo nuestro sistema socioeconómico. Califican de "eurochauvinista" a todo el que advierte con justificada preocupación de una inmigración masiva procedente del tercer mundo. Contra las advertencias de los sensatos los utopistas arrojan la cándida exigencia de que se supriman las leyes de inmigración además de las fronteras, como pudo escucharse al márgen de la última conferencia euromediterránea en Barcelona.
 
Por supuesto, Europa no debe convertirse en una fortaleza, pero tampoco puede ser "tierra de nadie". Entre los utopistas se hallan también los más comprometidos partidarios de lo multicultural, que, bien visto, equivale a una capitulación ante lo foráneo y a la confesión de la incapacidad de integrar a los extraños en la cultura y tradiciones europeas. Integración realmente dificil cuando se trata de personas pertenecientes al mundo islámico.

Como todos sabemos, Europa es el resultado de siglos de interrelación y superposición de diversas civilizaciones, que en el crisol del tiempo se han convertido en lo que hoy llamamos cultura europea, diferenciada en variantes nacionales y regionales. ¿Es esto multiculturalidad? No. Esto es pluralismo cultural o interculturalidad, que no es lo mismo, pues el pluralismo cultural suponía y supone un punto común de referencia. Ahora que han conseguido instalarse en Europa Occidental millones de personas de los más distintos orígenes, de diferentes lenguas y culturas, no existe otra alternativa que su integración en la sociedad de acogida. La integración lingüística y cultural en el país de acogida ha de ser tan natural como el cultivo de la lengua y cultura de origen. Dentro del pluralismo cultural debe figurar la biculturalídad de cada minoría étnica residente en un país europeo, con un intercambio constante, que emiquezca a ambas partes, entre la cultura de origen y la cultura del país de acogida.
 
Por el contrario, el "concepto multicultural" relativiza el punto común nacional de referencia. Por una parte se quiere dejar vivir en su contexto a cada cultura, por otro lado se mete a todas las culturas foráneas en el mismo tarro para presentárselas a la población nacional como un cóctel exótico. Los partidarios de lo ,,multiculti" pretenden eliminar prejuicios xenófobos. Quieren derribar barreras culturales. Pero en vez de ello están creando una nueva Torre de Babel. Además, en el caso de Alemania, por huir de la sospecha de "racismo" se incluye absurdamente bajo la misma etiqueta de extranjero, por ejemplo, a un ugandés, un turco, un libanés, un inglés, un español, un francés o un italiano, sin diferencias de realidades históricas, religiosas y culturales.
 
En Alemania, como en los demás países de Europa occidental, surge la justificada pregunta de si la sociedad de acogida, es decir, la mayoría social, ha de adaptarse unilateralmente a una promiscuidad lingüística, cultural y étnica en su seno. Cabe temer que el concepto multicultural, que quiere fomentar la tolerancia consiga más bien lo contrario: un aumento de las tendencias xenófobas en la sociedad o, como mínimo, el fastidio ante todo lo extranjero, al tiempo que agudice las rivalidades, tensiones y choques entre las minorías étnicas que viven en el país de acogida y el odio de éstas a los nacionales. Esto ya está ocurriendo en Alemania, según informaba recientemente el semanario "Der Spiegel" y puede verse en reportajes de la televisión pública alemana.
 
Manuel Moral († 24.04.2017)
 
 

PENSAMIENTO








“Tolerancia es no usar tu fuerza física o mental
contra quien se cree superior a ti”.

M.M.