sábado, 12 de febrero de 2011

Pincelada: El sexo de los ángeles

“Discutir (hablar) sobre el sexo de los ángeles” (también: “discusiones bizantinas”). = Se trata de discusiones inútiles, absurdas, sobre temas irrelevantes o especulativos y que no llevan a ninguna parte. Para conocer su origen nos tenemos que remontar a la así llamada “Caída del Imperio Romano”, cuando después de la muerte de Teodosio I (año 395) los Bárbaros se apoderaron de una gran parte del territorio de la antigua Roma. Entonces, debido a su gran extensión territorial y por razones de gobernabilidad, el Imperio tuvo que dividirse en dos partes, la occidental y la oriental. Fue el renacimiento de Bizancio, antigua colonia griega situada en el estrecho del Bósforo entre el Mar de Mármara y el Mar Negro. El emperador Constantino I el Grande la hizo capital del Imperio Romano de Oriente (más conocido como Imperio Bizantino) y con el crecimiento y la prolongación de la ciudad ésta se convirtió en la famosa Constantinopla. Mientras el Imperio de Occidente se desmoronaba y el de Oriente estaba acosado por persas, árabes y turcos los concilios de la primitiva Iglesia Ortodoxa Griega (ya separada de la de Roma) se sucedían durante años, décadas y siglos. Y sus participantes (obispos, representantes de órdenes religiosas, teólogos y eruditos), en tiempos tan delicados para la población, en vez de defender lo que quedaba del antiguo Imperio, no tuvieron al parecer mayores preocupaciones que ocuparse de planteamientos que, como mínimo, se pueden calificar de peregrinos. Así sucedió en uno de los Concilios de Constantinopla, en los que se discutió hasta la saciedad sobre el tema de si los ángeles tenían sexo o no. Al final, dicen que se les declaró seres celestiales asexuados (andróginos), aunque no se si eso llegó a quedar muy claro. Lo único cierto es que, mientras los teólogos e intelectuales bizantinos discutían año tras año asuntos inútiles y de escasa importancia práctica, los turcos conquistaban uno a uno los bastiones bizantinos y caían en 1453 sobre Constantinopla como una plaga de langostas, ciudad que, a partir de ese momento, cambiaría definitivamente su nombre en Estambul.

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