La libertad es el concepto más grande pensado por el hombre gracias a su cerebro. Donde no existe libertad no hay vida; los ciudadanos son zombis: no hay democracia. La condición sine qua non para que exista la democracia es la libertad. La democracia no admite adjetivos. La democracia popular no existe: véase Cuba, véase China, por ejemplos. En China, los dirigentes del enorme país han construido un monstruo, que ocupará mucho a la Humanidad en los próximos siglos: “la democracia popular comunista-capitalista”. En China, que se denomina República Popular, como en Cuba, los ciudadanos son una masa amorfa. Sólo destacan por su disidencia los intelectuales, para quienes la vida es un continuo sobresalto, hasta que acaban en la cárcel y en China, incluso pueden ser ejecutados.
El rey de Marruecos, Mohammed VI, que ve pelar las barbas de sus vecinos, se ha decidido a hacer una reforma política, que se parece mucho a aquella que hizo Franco, cuando comprendió que su régimen jamás entraría en la Comunidad Económica Europea (hoy: Unión Europea). Mohammed nombra a un jefe de gobierno (Franco nombró a Carrero Blanco, y cuando éste fue asesinado, a Carlos Arias Navarro), pero el supremo poder lo sigue detentando el monarca alhauí. El dictador renuncia a su divinidad (Franco no renunció a ella), pero sigue siendo el jefe religioso en Marruecos. Un considerable sector de la población marroquí rechaza la reforma: en ella no hay sitio para la libertad y, por ende, para la democracia.
Libertad incluye también el respeto por la opinión de los demás o por la expresión de opiniones contrarias a las nuestras, excepto que éstas no excluyan cualquier clase de violencia. La libertad no es un regalo. Ha costado y sigue costando (Irak, norte de África, Afganistán o Pakistán, por citar sólo unos ejemplos) mucha sangre. Si queremos seguir siendo libres, hemos de arrancar cualquier brote dictatorial en su raíz.
El rey de Marruecos, Mohammed VI, que ve pelar las barbas de sus vecinos, se ha decidido a hacer una reforma política, que se parece mucho a aquella que hizo Franco, cuando comprendió que su régimen jamás entraría en la Comunidad Económica Europea (hoy: Unión Europea). Mohammed nombra a un jefe de gobierno (Franco nombró a Carrero Blanco, y cuando éste fue asesinado, a Carlos Arias Navarro), pero el supremo poder lo sigue detentando el monarca alhauí. El dictador renuncia a su divinidad (Franco no renunció a ella), pero sigue siendo el jefe religioso en Marruecos. Un considerable sector de la población marroquí rechaza la reforma: en ella no hay sitio para la libertad y, por ende, para la democracia.
Libertad incluye también el respeto por la opinión de los demás o por la expresión de opiniones contrarias a las nuestras, excepto que éstas no excluyan cualquier clase de violencia. La libertad no es un regalo. Ha costado y sigue costando (Irak, norte de África, Afganistán o Pakistán, por citar sólo unos ejemplos) mucha sangre. Si queremos seguir siendo libres, hemos de arrancar cualquier brote dictatorial en su raíz.
¿De qué nos sirve la libertad si ésta se queda después en papel mojado? Tenemos libertad de expresión, pero la mayor parte de las publicaciones siguen siendo de derechas. Podemos votar, pero también los idiotas tienen derecho a voto y nuestros políticos son casi todos unos mangantes. Al final, por mucho que nos empeñemos, los que nos gobiernan en la sombra son los mismos que han provocado esta tremenda crisis. Gracias a la globalización, ni tan siquiera los políticos de derechas tienen nada que decir y son simplemente "ninots" en este enorme guiñol que han montado las multinacionales.
ResponderEliminarSi eso es libertad, ¡¡¡que venga Dios y lo diga!!!
¿que tiene que ver que las publicaciones sean de derechas o de izquierdas? Este es el problema de muchos. Os dan las cosas pensadas y las valoráis según quien las dice. Es el miedo a la verdad. Si no hay verdad, no hay libertad. Así muchos se creen libres y son lo contrario
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