Hace un cierto tiempo les referí la historia del Holandés Errante, una leyenda salida de la imaginación de los marineros que habla de un capitán condenado a vagar eternamente por los mares. Este condenado a la vida eterna sin poder bajarse de su barco tiene un parangón en tierra con la figura de la mitología cristiana, el Judío Errante.
Según la leyenda, cuando Jesús, con la cruz a cuestas, estaba realizando su penoso recorrido por la Vía Dolorosa hacia el Monte Calvario, se detuvo en el quicio de una puerta para descansar. Entonces, un judío llamado Cartáfilo, servidor de Poncio Pilatos, le dio un puñetazo en la espalda para alejarle de allí. Jesús le dijo, "El Hijo del Hombre se va; pero tu esperarás su venida”, es decir que le condenó a vivir hasta que, si se cumplen las Escrituras, Jesús vuelva a la tierra el día del Juicio Final.
Todavía hoy, en ese gran Parque Temático que es Jerusalén, los peregrinos cristianos que recorren las estaciones del Vía Crucis, al llegar a la séptima estación, hacen una parada para rezar ante la “Puerta Judiciaria”, donde supuestamente se ubicaba la casa de Cartáfilo, el Judío Errante.
Aunque ha habido varias versiones de la leyenda, que empezó a propagarse por Europa allá por el siglo XIII, la que yo conozco es la versión alemana de mediados del siglo XVI, que se divulgó gracias a la obra impresa Kurze Beschreibung und Erzählung von einem Juden mit Namen Ahasverus (Breve descripción y relato de un judío llamado Ahasverus), que fue publicada en 1602 en Leiden, que por aquel entonces pertenecía a Alemania. El libro narra la historia de Ahasverus, un zapatero judío, alto y de largos cabellos, con callos de dos dedos de espesor en las plantas de los pies. Al parecer, habla también castellano porque vivió alguna vez en Madrid. Viaja en su recorrido por el tiempo en compañía de su mujer y varios hijos. En épocas más modernas nos encontramos con distintas versiones del Judío Errante, escritas por notables escritores como Eugène Sué, Albert Londres, Pär Lagerkvist, Mark Twain, Jorge Luis Borges, y James Joyce, entre otros.
La figura de este judío, condenado a vagar eternamente por el mundo por haber ofendido al Hijo de Dios, tiene su miga. Si nos paramos a pensar, veremos que tiene un alto contenido antisemita. Y es que, a lo largo de la historia del cristianismo, ha habido muchas tentativas de querer ocultar el origen judío de Jesús, abriendo la puerta a un paradójico antisemitismo cristiano, predecesor de la ideología racista que conduciría siglos más tarde a los campos de exterminio a millones de judíos, que la propaganda nazi había conseguido convertir en chivos expiatorios de no se sabe qué delitos. Y todo esto ante la mirada impasible, e incluso indiferente, de la Iglesia Católica.
Margarita Rey
Según la leyenda, cuando Jesús, con la cruz a cuestas, estaba realizando su penoso recorrido por la Vía Dolorosa hacia el Monte Calvario, se detuvo en el quicio de una puerta para descansar. Entonces, un judío llamado Cartáfilo, servidor de Poncio Pilatos, le dio un puñetazo en la espalda para alejarle de allí. Jesús le dijo, "El Hijo del Hombre se va; pero tu esperarás su venida”, es decir que le condenó a vivir hasta que, si se cumplen las Escrituras, Jesús vuelva a la tierra el día del Juicio Final.
Todavía hoy, en ese gran Parque Temático que es Jerusalén, los peregrinos cristianos que recorren las estaciones del Vía Crucis, al llegar a la séptima estación, hacen una parada para rezar ante la “Puerta Judiciaria”, donde supuestamente se ubicaba la casa de Cartáfilo, el Judío Errante.
Aunque ha habido varias versiones de la leyenda, que empezó a propagarse por Europa allá por el siglo XIII, la que yo conozco es la versión alemana de mediados del siglo XVI, que se divulgó gracias a la obra impresa Kurze Beschreibung und Erzählung von einem Juden mit Namen Ahasverus (Breve descripción y relato de un judío llamado Ahasverus), que fue publicada en 1602 en Leiden, que por aquel entonces pertenecía a Alemania. El libro narra la historia de Ahasverus, un zapatero judío, alto y de largos cabellos, con callos de dos dedos de espesor en las plantas de los pies. Al parecer, habla también castellano porque vivió alguna vez en Madrid. Viaja en su recorrido por el tiempo en compañía de su mujer y varios hijos. En épocas más modernas nos encontramos con distintas versiones del Judío Errante, escritas por notables escritores como Eugène Sué, Albert Londres, Pär Lagerkvist, Mark Twain, Jorge Luis Borges, y James Joyce, entre otros.
La figura de este judío, condenado a vagar eternamente por el mundo por haber ofendido al Hijo de Dios, tiene su miga. Si nos paramos a pensar, veremos que tiene un alto contenido antisemita. Y es que, a lo largo de la historia del cristianismo, ha habido muchas tentativas de querer ocultar el origen judío de Jesús, abriendo la puerta a un paradójico antisemitismo cristiano, predecesor de la ideología racista que conduciría siglos más tarde a los campos de exterminio a millones de judíos, que la propaganda nazi había conseguido convertir en chivos expiatorios de no se sabe qué delitos. Y todo esto ante la mirada impasible, e incluso indiferente, de la Iglesia Católica.
Margarita Rey
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