El pasado jueves les daba algunos consejos para sobrevivir el verano sin morir en el intento. Hoy me voy a referir a la dieta que, según los expertos, se debería seguir en verano para sentirse fresco como una rosa a pesar de las temperaturas extremas que estamos viviendo en la actualidad.
Es importantísimo beber un mínimo de 2 litros de agua al día y hacer comidas ligeras (ensaladas, frutas, verduras, gazpachos y otras sopas frías para reponer las sales perdidas por el sudor), evitando el excesivo consumo de alcohol. Muy importantes son también las frutas ricas en agua (sandía, melón), que hidratan el cuerpo y ayudan a funcionar a los riñones. El pescado y la carne se deberían consumir preferiblemente a la brasa o a la plancha y es aconsejable evitar el cerdo y las grasas animales (aunque no hay nada en contra de un buen jamón, sobre todo si es de bellota).
También se pueden comer helados que refrescan y son muy nutritivos. Incluso los hay sin azúcar o bajos en calorías para los que tienen que seguir un régimen más o menos estricto. No hay que olvidar guardar en el frigorífico los alimentos perecederos, como productos lácteos, carne, pescados y algunas salsas frescas (incluso si éstas están pasteurizadas), en cuanto lleguen a su casa después de haberlos adquirido. Las mayonesas, la leche, la pastelería rellena (bocaditos de nata, crema o chocolate, etc.) y helados también deben conservarse en el frigorífico sin mayor pérdida de tiempo después de haberlos comprado porque se deterioran muy rápidamente. Incluso, aunque duela y más en los tiempos que corren, es aconsejable tirarlos a la basura si tienen la menor duda sobre su posible salubridad.
Visto lo ocurrido en Alemania con el brote de e-coli, es mejor pelar las verduras o consumirlas cocidas y lavar la lechuga y otras ensaladas con una solución de cloro apto para el consumo humano.
Y ya no hablemos del peligro de la salmonelosis. Los alimentos contaminados con esa bacteria tienen un aspecto normal y su olor no les hace distinguirse de los alimentos en perfecto estado. Generalmente, los comestibles más peligrosos son especialmente el caldo, la carne de cerdo y de vacuno, la casquería, el pollo, los huevos y la leche, aunque, si estos alimentos se cocinan al cien por cien, procurando que no quede ni una gotita de sangre, la salmonella desaparece. Como más cruda esté una comida, mayor es la probabilidad de contraer una infección alimentaria.
No se olviden tampoco de los voladores u otros insectos que pululan precisamente en verano (moscas, mosquitos y demás repugnantes artrópodos) y que depositan sus huevas en cualquier vianda que se cruza en su camino.
Pero lo que muchos ignoran es que no de los mayores focos de contaminación es la falta de higiene en la cocina (¡atención a los paños y esponjillas que utilizamos!). Es indispensable lavarse las manos con jabón muy a menudo, sobre todo después de haber utilizado el aseo.
Y si comen fuera de casa, tengan mucho cuidado con esas tapitas tan apetitosas que se presentan sobre la barra de los bares, sin la protección de una vitrina refrigerada, indispensable para mantener el frescor de cualquier producto perecedero.
Piensen en todo momento que seguir estos pequeños consejos les evitará, como mínimo, más de una visita indeseada al Sr. Roca.
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