Por fin parece que el Gobierno quiere enfocar el problema del Valle de los Caídos, en el corazón de Guadarrama, Cuelgamuros, convertido en lugar de peregrinaje de los neofranquistas y de reunión de los neonazis y neofascistas internacionales. El Valle fue construido por presos republicanos y comunes dentro del programa franquista de la redención de penas por el trabajo. “El trabajo libera”, puede leerse en las entradas de los antiguos campos de concentración de la Alemania nazi, conservados como símbolos de la democracia alemana y del firme propósito de que jamás vuelva a reinar la tiranía en Alemania.
La misma idea parece inspirar al Gobierno, que desea que el Valle pertenezca a todos los españoles de todas las generaciones como voluntad de que los españoles vivan en paz y libertad y de que jamás se repitan guerras fratricidas en España. Pero existe un obstáculo, que el Gobierno tiene que solucionar: el cadáver del dictador no puede permanecer en un lugar dedicado a toda España. La hija del dictador, propietaria de la fundación Francisco Franco, tendrá qué decidir dónde quiere que reposen los restos mortales de su padre y, en caso de negarse, el Gobierno tendrá que tomar la decisión mientras esté regido por el PSOE. Difícilmente podrá esperarse un paso del PP en esa dirección, si llega a ostentar el Gobierno de España. El PP tendrá otros problemas más urgentes a los que hacer frente. En el panteón de El Pardo descansan los restos mortales de la viuda del dictador. Aquél sería un lugar idóneo para recibir el cadáver del general.
Los neofranquistas o neofascistas juegan con ventaja. Pueden atacar a la democracia utilizando la libertad de expresión que garantiza la Constitución. Si se toma al fin la decisión de borrar las huellas franquistas del monumento y dedicarlo a la totalidad de la sociedad española, se agitará la ultraderecha, que sólo puede actuar verbalmente y siempre que no incite a la violencia, en cuyo caso constitucionalmente caería sobre ella todo el peso de la ley, si España está gobernada por auténticos demócratas.
La misma idea parece inspirar al Gobierno, que desea que el Valle pertenezca a todos los españoles de todas las generaciones como voluntad de que los españoles vivan en paz y libertad y de que jamás se repitan guerras fratricidas en España. Pero existe un obstáculo, que el Gobierno tiene que solucionar: el cadáver del dictador no puede permanecer en un lugar dedicado a toda España. La hija del dictador, propietaria de la fundación Francisco Franco, tendrá qué decidir dónde quiere que reposen los restos mortales de su padre y, en caso de negarse, el Gobierno tendrá que tomar la decisión mientras esté regido por el PSOE. Difícilmente podrá esperarse un paso del PP en esa dirección, si llega a ostentar el Gobierno de España. El PP tendrá otros problemas más urgentes a los que hacer frente. En el panteón de El Pardo descansan los restos mortales de la viuda del dictador. Aquél sería un lugar idóneo para recibir el cadáver del general.
Los neofranquistas o neofascistas juegan con ventaja. Pueden atacar a la democracia utilizando la libertad de expresión que garantiza la Constitución. Si se toma al fin la decisión de borrar las huellas franquistas del monumento y dedicarlo a la totalidad de la sociedad española, se agitará la ultraderecha, que sólo puede actuar verbalmente y siempre que no incite a la violencia, en cuyo caso constitucionalmente caería sobre ella todo el peso de la ley, si España está gobernada por auténticos demócratas.
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