Ayer se cumplieron 65 años de la creación del “bikini”. Como siempre, tenían que ser los franceses los que pusiesen de moda una prenda tachada de “escandalosa” en su día. El primero en mostrar al público un bañador de dos piezas fue el modisto Jacques Heim el 14 de junio de 1946. Pero el gato al agua se lo llevó el ingeniero francés Louis Réard cuando, un par de semanas más tarde, presentó en París al predecesor del bikini actual, que debe su nombre al atolón Bikini, conjunto de varias islas coralinas del Pacífico Central utilizado por los americanos en aquellos años para sus pruebas nucleares. Réard había observado que, en las playas de la Costa Azul, las presumidas francesas solían enrollar los tirantes del traje de baño hasta los límites que marcaba la decencia para poder conseguir un bronceado más uniforme y sin marcas.
Imagínense la que se armó en aquellos tiempos con la dichosa prenda en todo el mundo, sobre todo en los puritanos Estados Unidos de América. Asociaciones de mujeres y todas las congregaciones religiosas de aquel país condenaron el uso de ese bañador. Incluso a la propia Esther Williams, una campeona de natación norteamericana que se había convertido en estrella del celuloide gracias a películas como “Escuela de Sirenas”, tuvo que sufrir en sus propias carnes el hecho de haberse atrevido a vestir tan pecaminoso atuendo.
Pasarían muchas lunas hasta que una jovencísima Brigitte Bardot diese el espaldarazo definitivo al “bikini” en el festival de Cannes de 1957 con motivo de la presentación del filme que la convertiría en una estrella mundial: “Y Dios creó a la mujer”, dirigida por su marido Roger Vadim. En Francia, Alemania, Inglaterra y los países nórdicos todas las jóvenes querían pasearse por la playa en bikini. En España, Italia y Grecia, tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas prohibieron el uso de ese atrevido dos piezas por considerarlo inmoral e indecente. Yo recuerdo, sin embargo, haber visto ya en 1961 a una conocida mía, una adolescente de 14 años, ponerse un bikini en el Balneario de San Sebastián, en la playa de la Barceloneta de Barcelona. Me confesó que había ido a la playa acompañada de una prima mayor que ella, también en su bikini, y que su madre no tenía ni idea de su vestimenta de playa. Yo tengo que reconocer que, como era una jovencita muy vergonzosa, apenas me atreví a ponérmelo en el año 1965 en una piscina de Alemania.
Lo que probablemente muy pocos sepan es que ya la cultura griega conocía el bañador de dos piezas. Más tarde, las gimnastas romanas lo utilizarían también habitualmente para realizar sus entrenamientos. De ello da fe un grupo de mosaicos encontrados en una estancia de la Villa Romana del Casale, en Sicilia, conocida popularmente como “La stanza delle ragazze in bikini” (la habitación de las chicas en bikini), que datan del año 300 antes de Cristo.
Margarita Rey
Imagínense la que se armó en aquellos tiempos con la dichosa prenda en todo el mundo, sobre todo en los puritanos Estados Unidos de América. Asociaciones de mujeres y todas las congregaciones religiosas de aquel país condenaron el uso de ese bañador. Incluso a la propia Esther Williams, una campeona de natación norteamericana que se había convertido en estrella del celuloide gracias a películas como “Escuela de Sirenas”, tuvo que sufrir en sus propias carnes el hecho de haberse atrevido a vestir tan pecaminoso atuendo.
Pasarían muchas lunas hasta que una jovencísima Brigitte Bardot diese el espaldarazo definitivo al “bikini” en el festival de Cannes de 1957 con motivo de la presentación del filme que la convertiría en una estrella mundial: “Y Dios creó a la mujer”, dirigida por su marido Roger Vadim. En Francia, Alemania, Inglaterra y los países nórdicos todas las jóvenes querían pasearse por la playa en bikini. En España, Italia y Grecia, tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas prohibieron el uso de ese atrevido dos piezas por considerarlo inmoral e indecente. Yo recuerdo, sin embargo, haber visto ya en 1961 a una conocida mía, una adolescente de 14 años, ponerse un bikini en el Balneario de San Sebastián, en la playa de la Barceloneta de Barcelona. Me confesó que había ido a la playa acompañada de una prima mayor que ella, también en su bikini, y que su madre no tenía ni idea de su vestimenta de playa. Yo tengo que reconocer que, como era una jovencita muy vergonzosa, apenas me atreví a ponérmelo en el año 1965 en una piscina de Alemania.
Lo que probablemente muy pocos sepan es que ya la cultura griega conocía el bañador de dos piezas. Más tarde, las gimnastas romanas lo utilizarían también habitualmente para realizar sus entrenamientos. De ello da fe un grupo de mosaicos encontrados en una estancia de la Villa Romana del Casale, en Sicilia, conocida popularmente como “La stanza delle ragazze in bikini” (la habitación de las chicas en bikini), que datan del año 300 antes de Cristo.
Margarita Rey
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