Las televisiones españolas emiten programas desde la vida cotidiana misma, desconocida por los pequeños burgueses, y que podríamos calificar de reality shows.
Instalados en nuestros confortables cuartos de estar, vemos a gitanos españoles cómo viven en sus asentamientos, cómo las mujeres, con lo poco que tienen, preparan la comida para toda la familia. Oímos a un anciano gitano lamentarse lo poco que se hace por ellos. Otro gitano más joven confiesa a cara descubierta, que roba para conseguir la droga que tanto necesita y señala a un joven en vaqueros, con los brazos tatuados, cómo se pincha. La televisión habla con él y éste les comenta que fuera no le quieren, por eso permanece en el asentamiento (chabolas) y la droga le ayuda a soñar. Él no es el único. Vemos en un rincón con hierba unas cuantas jeringuillas, un gran peligro para los niños que chapotean desnudos en una charca de aguas fecales. Esta, señores, es también nuestra España, en la que sobreviven ocho millones de pobres, no todos de etnia gitana. Si a esto añadimos 5 millones de parados (algunos de los cuales van también a parar a asentamientos) tendremos una imagen exacta de lo miserables que somos todos. La pobreza no se elimina con comedores gratuitos como los de Cáritas u organizaciones no gubernamentales. Es preciso, primero la voluntad de los gobiernos de luchar contra ella y segundo, muy importante, tener un plan nacional y regional, junto con todos los partidos, para combatirla, para dar una oportunidad a los marginados de nuestra sociedad, muy especialmente los jóvenes, facilitándoles el camino hacia la Universidad o hacia la formación profesional, garantizándoles un trabajo después de concluidos sus estudios. Ni en el programa del PSOE ni tampoco en el del PP he encontrado nada referente a la lucha contra la marginación social, el hambre, la droga, la miseria.
En el Congreso de los diputados sólo oímos palabras, que se lleva el viento, pero nada concreto sobre la voluntad de que España deje de ser un país de pobres, a los que, encima, hay que añadir los millares de inmigrantes sin papeles o sin trabajo. Como esto siga así, los traficantes de personas, harán emigrar en pateras a los pobres españoles a Senegal, Mali, Nigeria o cualquier otro país subsahariano. Puede que allí les acojan con los brazos abiertos y consigan una cierta felicidad dentro de su pobreza.
Instalados en nuestros confortables cuartos de estar, vemos a gitanos españoles cómo viven en sus asentamientos, cómo las mujeres, con lo poco que tienen, preparan la comida para toda la familia. Oímos a un anciano gitano lamentarse lo poco que se hace por ellos. Otro gitano más joven confiesa a cara descubierta, que roba para conseguir la droga que tanto necesita y señala a un joven en vaqueros, con los brazos tatuados, cómo se pincha. La televisión habla con él y éste les comenta que fuera no le quieren, por eso permanece en el asentamiento (chabolas) y la droga le ayuda a soñar. Él no es el único. Vemos en un rincón con hierba unas cuantas jeringuillas, un gran peligro para los niños que chapotean desnudos en una charca de aguas fecales. Esta, señores, es también nuestra España, en la que sobreviven ocho millones de pobres, no todos de etnia gitana. Si a esto añadimos 5 millones de parados (algunos de los cuales van también a parar a asentamientos) tendremos una imagen exacta de lo miserables que somos todos. La pobreza no se elimina con comedores gratuitos como los de Cáritas u organizaciones no gubernamentales. Es preciso, primero la voluntad de los gobiernos de luchar contra ella y segundo, muy importante, tener un plan nacional y regional, junto con todos los partidos, para combatirla, para dar una oportunidad a los marginados de nuestra sociedad, muy especialmente los jóvenes, facilitándoles el camino hacia la Universidad o hacia la formación profesional, garantizándoles un trabajo después de concluidos sus estudios. Ni en el programa del PSOE ni tampoco en el del PP he encontrado nada referente a la lucha contra la marginación social, el hambre, la droga, la miseria.
En el Congreso de los diputados sólo oímos palabras, que se lleva el viento, pero nada concreto sobre la voluntad de que España deje de ser un país de pobres, a los que, encima, hay que añadir los millares de inmigrantes sin papeles o sin trabajo. Como esto siga así, los traficantes de personas, harán emigrar en pateras a los pobres españoles a Senegal, Mali, Nigeria o cualquier otro país subsahariano. Puede que allí les acojan con los brazos abiertos y consigan una cierta felicidad dentro de su pobreza.
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