“Agua le pido a Dios, y a los políticos, nada”. Este dicho que nos da a entender que de los políticos poco puede esperarse, podría aplicarse al espectáculo bochornoso que se está dando en algunas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos con motivo del traspaso de poderes por parte del PSOE al PP después de la victoria aplastante de este último en las recientes elecciones autonómicas y municipales.
Parece como si el movimiento 15-M, el de los “descontentos”, no hubiese servido para absolutamente nada. A parte de las palabras hueras de costumbre, poco más ha salido de la boca de los vencedores de los comicios, aparte de acusar al PSOE de haber dejado las arcas vacías y de que ahora está frenando el traspaso de poderes. Por su parte, el PSOE trata de defenderse como puede, pero bastante tiene con asimilar su fracaso en las urnas y con la preparación de la proclamación de Alfredo Pérez Rubalcaba como nuevo secretario general del partido en unas pseudo primarias amañadas desde arriba con el fin de que sólo se presente a ellas un único candidato, el señor Rubalcaba.
Adiós al entusiasmo que sentimos todos los que vivimos la transición, un ejemplo de civismo que provocó gran admiración e, incluso, envidia, en el extranjero. Ya quisieran los políticos de hoy tener una mínima parte de la clase y el temple de los de entonces. Por lo que a mí respecta, con el pasar del tiempo, mayor es el desencanto que siento por la política y los que viven de ella. De hecho, esos individuos me asquean cada día más. Será por la vena anarco que casi todos los catalanes llevamos en el genoma. Y es que los políticos nos prometen el oro y el moro y, una vez que han conseguido nuestro voto, se apoltronan en el cargo y no se les puede despegar de él ni con agua caliente. ¿O es que han visto en los últimos años dimitir a alguno de nuestros representantes implicados en algún caso de corrupción, de financiación ilícita de los partidos políticos o de abuso de poder? No les voy a hablar más del caso Gürtel ni de los Eres de Andalucía porque todos estamos más o menos al tanto de lo que se ha cocido al abrigo del poder en la Comunidad Valenciana y en la Junta de Andalucía. Otro caso menos conocido pero que también clama al cielo, es el Juicio sobre la gran estafa del “Palau de la Música Catalana”, que se cifra en más de 10 millones de Euros y que fue supuestamente frenado por el equipo de Artur Mas nada más aterrizar en la Generalitat. Al parecer, algunos conocidos miembros de Convergencia i Unió estarían implicados en el escándalo y el gabinete jurídico de la Generalitat intentó que no se abriese una segunda causa como pedía la Fiscalía. El juez Julio Solaz, gracias a la lentitud de sus actuaciones, probablemente para no enfangar a CiU, se encargó de poner las trabas necesarias para que el procedimiento no prosperase. Pero ahora, con la sustitución de Solaz y la llegada de un nuevo juez que ha dado razón a la Fiscalía, se abre un nuevo capítulo en este oscuro asunto en el que algunos hombres de CiU tendrán que dar más de una explicación cuando, por fin, se celebre el juicio.
Parafraseando una versión de Manolo Escobar de una canción bastante chabacana que se hizo famosa en toda Europa a principios de los años 70 del siglo pasado con el título ¡Que viva España!, diremos: ¡Que viva la democracia! Y, sobre todo y al paso que vamos, ¡y que nos dure!
Margarita Rey
Parece como si el movimiento 15-M, el de los “descontentos”, no hubiese servido para absolutamente nada. A parte de las palabras hueras de costumbre, poco más ha salido de la boca de los vencedores de los comicios, aparte de acusar al PSOE de haber dejado las arcas vacías y de que ahora está frenando el traspaso de poderes. Por su parte, el PSOE trata de defenderse como puede, pero bastante tiene con asimilar su fracaso en las urnas y con la preparación de la proclamación de Alfredo Pérez Rubalcaba como nuevo secretario general del partido en unas pseudo primarias amañadas desde arriba con el fin de que sólo se presente a ellas un único candidato, el señor Rubalcaba.
Adiós al entusiasmo que sentimos todos los que vivimos la transición, un ejemplo de civismo que provocó gran admiración e, incluso, envidia, en el extranjero. Ya quisieran los políticos de hoy tener una mínima parte de la clase y el temple de los de entonces. Por lo que a mí respecta, con el pasar del tiempo, mayor es el desencanto que siento por la política y los que viven de ella. De hecho, esos individuos me asquean cada día más. Será por la vena anarco que casi todos los catalanes llevamos en el genoma. Y es que los políticos nos prometen el oro y el moro y, una vez que han conseguido nuestro voto, se apoltronan en el cargo y no se les puede despegar de él ni con agua caliente. ¿O es que han visto en los últimos años dimitir a alguno de nuestros representantes implicados en algún caso de corrupción, de financiación ilícita de los partidos políticos o de abuso de poder? No les voy a hablar más del caso Gürtel ni de los Eres de Andalucía porque todos estamos más o menos al tanto de lo que se ha cocido al abrigo del poder en la Comunidad Valenciana y en la Junta de Andalucía. Otro caso menos conocido pero que también clama al cielo, es el Juicio sobre la gran estafa del “Palau de la Música Catalana”, que se cifra en más de 10 millones de Euros y que fue supuestamente frenado por el equipo de Artur Mas nada más aterrizar en la Generalitat. Al parecer, algunos conocidos miembros de Convergencia i Unió estarían implicados en el escándalo y el gabinete jurídico de la Generalitat intentó que no se abriese una segunda causa como pedía la Fiscalía. El juez Julio Solaz, gracias a la lentitud de sus actuaciones, probablemente para no enfangar a CiU, se encargó de poner las trabas necesarias para que el procedimiento no prosperase. Pero ahora, con la sustitución de Solaz y la llegada de un nuevo juez que ha dado razón a la Fiscalía, se abre un nuevo capítulo en este oscuro asunto en el que algunos hombres de CiU tendrán que dar más de una explicación cuando, por fin, se celebre el juicio.
Parafraseando una versión de Manolo Escobar de una canción bastante chabacana que se hizo famosa en toda Europa a principios de los años 70 del siglo pasado con el título ¡Que viva España!, diremos: ¡Que viva la democracia! Y, sobre todo y al paso que vamos, ¡y que nos dure!
Margarita Rey
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