Ayer, hablando por teléfono con un joven informático en Madrid, me decía que era asombroso el odio existente entre la izquierda y la derecha en España. En el PP se comportan como si les hubiesen robado la victoria sobre los “rojos” y el PSOE, por muchos adelantos que ha hecho, especialmente entre la juventud, aspira a recobrar sus señas de identidad de izquierda. Tendrá que persistir en el empeño y superar, a su vez, su complejo de “vencido”, si no quiere seguir deslizándose hacia la derecha para devenir en un partido derechista. Por eso, mi joven amigo, se siente solidario con el movimiento 15-M, como un indignado más – España es un país de indignados- y opina que deben darse una organización si no quieren convertirse en un exótico espectáculo. España necesita un tercer partido que separe a las dos irreconciliables partes del actual bipartidismo.
A mi joven amigo, que va a emigrar a Alemania, el reciente pasado español le interesa, pero no le altera. Ni ha vivido la guerra civil, ni la posguerra, ni la dictadura y ni siquiera ha conocido a Franco, salvo en los documentales. Se extraña de que un personaje tan ridículo hubiese podido acaparar un poder absoluto, que tanta gente le reverenciara y que incluso los obispos le saludaran con el brazo en alto (saludo fascista) y lo llevaran bajo palio, como la hostia. Comprende que haya todavía parientes que buscan los restos de sus familiares republicanos fusilados y la discusión en torno al Valle de los Caídos (¿debe quedarse el dictador en el Valle o habrá que darle nueva sepultura en el panteón de El Pardo, junto a los restos de su viuda?), pero, me dice, para él como para la inmensa mayoría de la juventud, lo importante es encontrar trabajo y tener un techo sobre la cabeza, para no seguir conviviendo con sus padres, ya casi ancianos (siempre que se pueda considerar anciana a una persona que no ha cumplido todavía los 60 años).
Él no está explícitamente en contra de la llamada ley de la memoria histórica. Y no es el único. La juventud está con la democracia y la libertad, pero pasa mucho de “política” por considerarla un pampaneo. Muchos políticos han elegido esa actividad, no por convicción, sino como fuente de buenos ingresos. Sin embargo, mi amigo comprende que no se puede pasar de Congreso de los Diputados ni del Gobierno, si no queremos convertirnos en cavernícolas (o en otra dictadura). Pero en los partidos hay ya muchos dinosaurios, cuyo puesto estaría en un museo. De todas formas, serán apartados por el discurrir del tiempo.
A mi joven amigo, que va a emigrar a Alemania, el reciente pasado español le interesa, pero no le altera. Ni ha vivido la guerra civil, ni la posguerra, ni la dictadura y ni siquiera ha conocido a Franco, salvo en los documentales. Se extraña de que un personaje tan ridículo hubiese podido acaparar un poder absoluto, que tanta gente le reverenciara y que incluso los obispos le saludaran con el brazo en alto (saludo fascista) y lo llevaran bajo palio, como la hostia. Comprende que haya todavía parientes que buscan los restos de sus familiares republicanos fusilados y la discusión en torno al Valle de los Caídos (¿debe quedarse el dictador en el Valle o habrá que darle nueva sepultura en el panteón de El Pardo, junto a los restos de su viuda?), pero, me dice, para él como para la inmensa mayoría de la juventud, lo importante es encontrar trabajo y tener un techo sobre la cabeza, para no seguir conviviendo con sus padres, ya casi ancianos (siempre que se pueda considerar anciana a una persona que no ha cumplido todavía los 60 años).
Él no está explícitamente en contra de la llamada ley de la memoria histórica. Y no es el único. La juventud está con la democracia y la libertad, pero pasa mucho de “política” por considerarla un pampaneo. Muchos políticos han elegido esa actividad, no por convicción, sino como fuente de buenos ingresos. Sin embargo, mi amigo comprende que no se puede pasar de Congreso de los Diputados ni del Gobierno, si no queremos convertirnos en cavernícolas (o en otra dictadura). Pero en los partidos hay ya muchos dinosaurios, cuyo puesto estaría en un museo. De todas formas, serán apartados por el discurrir del tiempo.
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