miércoles, 2 de marzo de 2011

Pincelada: La fuente de la eterna juventud

Beber agua de la fuente de la eterna juventud“. = Cuando alguien representa muchos menos años de los que tiene y conserva toda su agilidad de cuerpo y mente, se dice que esa persona “parece haber bebido agua de la fuente de la eterna juventud”. La fuente de la eterna juventud es un mito que surgió en gran parte de nuestras civilizaciones desde tiempos inmemoriales. Transmitida de forma oral y escrita, la fábula trata de una fuente maravillosa que supuestamente cura todas las enfermedades y devuelve la juventud a aquel que bebe de sus aguas o se baña en ellas. Desde tiempos de Herodoto se hablaba de la existencia de un milagroso manantial que sería capaz de detener el proceso de envejecimiento en los seres humanos. Una vez se encontraba éste en Etiopía, la otra en Egipto. Después del descubrimiento de América, algunos creyeron que se encontraba en el Nuevo Mundo (Juan Ponce de León fue uno de los que persiguieron sin éxito esa quimera). Lo cierto es que la leyenda en sí forma parte de ese sueño de inmortalidad que el hombre ha acariciado desde que el mundo es mundo. El ser humano no se resigna ni a envejecer ni a morir, dos temores que se convierten en nuestros más fieles acompañantes desde el día en que nacemos. Desde la Antigüedad, los científicos han dedicado mucho tiempo a crear todo tipo de lociones y ungüentos para tratar de evitar la aparición de esas arrugas que el tiempo ha ido dejando en rostro y cuerpo y que algunos interpretan como signos de experiencia y sabiduría y otros simplemente como señales de vejez. En el siglo XXI, el botox y la cirugía estética están a la orden del día a partir de los cincuenta (o incluso antes) para tratar de borrar cualquier huella que pueda dar pistas sobre la verdadera edad. Aunque muy a menudo no se consigue el efecto deseado y es peor el remedio que la enfermedad. Y si no que se lo digan a Sylvester Stallone o a Meg Ryan que parecen caricaturas de lo que un día fueron. Saber envejecer, aunque sea duro, es aceptar el paso del tiempo como algo natural y deberíamos hacerlo con dignidad. Ello no excluye que cuidemos en todo lo posible nuestro aspecto exterior y que también sigamos cultivando nuestro espíritu. A mi modo de ver, con fuente o sin ella, la eterna juventud se lleva en el corazón.

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