A pocas horas del domingo de carnaval, vamos a remontarnos a sus orígenes que se pierden en la noche de los tiempos. Las dos teorías más creíbles sobre sus raíces nos llevan a la Antigüedad. La primera sostiene que se trata de una fiesta primitiva de carácter orgiástico. Al parecer, ya 10.000 años a.C. tenían lugar conmemoraciones para celebrar la llegada de la primavera, en las que hombres y mujeres se pintaban el rostro y el cuerpo y cantaban y bailaban al son de toscos instrumentos alrededor de una hoguera con el fin de que los dioses les concediesen buenas cosechas y alejasen de ellas los malos espíritus. También en el antiguo Egipto tenían lugar 2.000 años a.C. por las mismas fechas alegres festejos populares en honor a Isis. La segunda tesis dice que era un rito pagano de la antigua Roma en honor al dios Saturno. Otro objeto de discusión es la palabra “carnaval” que se derivaría de “carrus navalis” (carro naval), una especie de carro con ruedas en forma de barca sobre el que iba montado un hombre disfrazado de dios Baco, con el cual los romanos inauguraban las llamadas fiestas bacanales. En ellas se podía asistir a carreras de caballos, desfiles de carros alegóricos, concursos de jorobados y cabalgatas con batallas de confeti. Todo el pueblo romano, ricos y pobres, se enmascaraba, con lo cual por un momento desaparecían las diferencias sociales (se dice que durante las conmemoraciones se llegaron a cometer tales excesos que los emperadores romanos decidieron vetarlas y permanecieron durante mucho tiempo prohibidas). Otra explicación más reciente sobre la etimología del vocablo sería su procedencia del término “carnem levare” (quitar la carne) que nació en el siglo XI para anunciar la prescripción eclesiástica según la cual era obligatoria la supresión de la carne durante los cuarenta días de la “cuaresma”, que empieza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo. Fue precisamente en la Edad Media cuando el carnaval renace con gran lujo en Venecia y de allí se propaga como la pólvora por toda Europa. La Iglesia católica no se opuso a las celebraciones que servían de válvula de escape al pueblo antes de comenzar el periodo de ayuno y penitencia, durante el cual tampoco se podía practicar el sexo. Desde entonces, la tradición carnavalesca se ha mantenido hasta nuestros días, con algunas interrupciones debidas a revoluciones y guerras, en muchas ciudades europeas como Niza, Mentón, Colonia y, desde luego, Venecia, con sus maravillosas y lujosas máscaras, muchas de ellas procedentes de la Commedia dell’Arte (siglo XVI). En España durante la dictadura franquista, con algunas excepciones controladas, el carnaval estuvo prohibido por influencia de la Iglesia Católica. Durante la transición el carnaval resurgió espontáneamente y figura hoy entre los festejos más importantes de los españoles, teniendo que destacar los carnavales de Cádiz y de las Islas Canarias. El carnaval más famoso, incluso más que el de Venecia, es el de Río de Janeiro con los desfiles de las numerosas escuelas de samba, en los que beldades de esculturales cuerpos bailan frenéticamente durante horas por todas las calles de Río, convertidas en música.
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