Hace unas semanas, el pepino español recibió un duro golpe en Alemania, “el pepinazo”, al ordenar las autoridades la inmediata retirada de los pepinos españoles de todos los supermercados y tiendas, acusado de ser portador de una letal bacteria. La medida alemana colocó a los agricultores andaluces al mismísimo borde del abismo económico. Un par de días más tarde, laboratorios españoles y alemanes llegaban a la conclusión de que el pepino español estaba muy sano. Ni huella de la mortífera bacteria. Sorpresa: las autoridades alemanas llegaron a la conclusión de que la bacteria procedía precisamente de una granja ecológica. Pero el mal ya estaba hecho. Berlín prometió hacer una gran campaña a favor del pepino andaluz y se comprometió a pagar, junto con la Unión Europea, una compensación a los agricultores andaluces, mientras Madrid anunciaba una subvención a los casi arruinados empresarios del campo. Entretanto, han pasado los meses y la continuación de la noticia se la ha tragado el agujero negro de la actualidad.
La noticia me ha venido a mientes al leer ayer que los franceses nos han pegado ahora un lechugazo. Un camión español, cargado de fruta y de legumbres fue volcado en la autopista A 7, en la Junquera, por una banda de enfurecidos piquetes, que acusan a España de competencia desleal al vender en los países europeos sus productos agrícolas a un precio más bajo que ellos. Tumbado el camíón, con un conductor lleno de miedo y de estupor, los piquetes se dedicaron a pisotear la mercancía. Los mossos d’esquadra cerraron la Junquera para evitar el vandalismo de los piquetes galos. En la parte francesa, bomberos y policía restablecieron el orden, de modo que la frontera sólo permaneció cerrada dos horas, durante las que los transportistas españoles ponían verdes a los agricultores franceses y se preguntaban para qué servía, en resumidas cuentas, la Unión Europea. Los más veteranos recordaban “la guerra de la fresa”, durante la que en los años 80, agricultores franceses tumbaban camiones y pisoteaban la fresa española mejor y más barata que la francesa. Por aquellas fechas, tuvieron que intervenir los respectivos gobiernos y sus diplomáticos para solucionar un conflicto que desbordó incluso a la policía.
Esperemos que el incidente de la fruta y la verdura sólo se reduzca a un caso aislado. La policía catalana y la gala coordinan su trabajo. ¿Pero quién les quita el miedo a los camioneros españoles, mal pagados, con un duro y largo viaje a las espaldas y delante de sí, además del peligro de los atracadores, con un elevado porcentaje de extranjeros, por ejemplo, rumanos y gente del Este. ¿Tienen ahora que temer en la primera curva francesa un regimiento de piquetes, que no sólo destrozan la mercancía, sino que también pueden ser violentos contra ellos, sencillos “mandados”? El Gobierno francés, hasta ahora bastante silencioso, tendría que ser llamado al orden por la Comisión Europea- Pero París, con su eje con Berlín, parece creerse por encima de estas nimiedades.
La noticia me ha venido a mientes al leer ayer que los franceses nos han pegado ahora un lechugazo. Un camión español, cargado de fruta y de legumbres fue volcado en la autopista A 7, en la Junquera, por una banda de enfurecidos piquetes, que acusan a España de competencia desleal al vender en los países europeos sus productos agrícolas a un precio más bajo que ellos. Tumbado el camíón, con un conductor lleno de miedo y de estupor, los piquetes se dedicaron a pisotear la mercancía. Los mossos d’esquadra cerraron la Junquera para evitar el vandalismo de los piquetes galos. En la parte francesa, bomberos y policía restablecieron el orden, de modo que la frontera sólo permaneció cerrada dos horas, durante las que los transportistas españoles ponían verdes a los agricultores franceses y se preguntaban para qué servía, en resumidas cuentas, la Unión Europea. Los más veteranos recordaban “la guerra de la fresa”, durante la que en los años 80, agricultores franceses tumbaban camiones y pisoteaban la fresa española mejor y más barata que la francesa. Por aquellas fechas, tuvieron que intervenir los respectivos gobiernos y sus diplomáticos para solucionar un conflicto que desbordó incluso a la policía.
Esperemos que el incidente de la fruta y la verdura sólo se reduzca a un caso aislado. La policía catalana y la gala coordinan su trabajo. ¿Pero quién les quita el miedo a los camioneros españoles, mal pagados, con un duro y largo viaje a las espaldas y delante de sí, además del peligro de los atracadores, con un elevado porcentaje de extranjeros, por ejemplo, rumanos y gente del Este. ¿Tienen ahora que temer en la primera curva francesa un regimiento de piquetes, que no sólo destrozan la mercancía, sino que también pueden ser violentos contra ellos, sencillos “mandados”? El Gobierno francés, hasta ahora bastante silencioso, tendría que ser llamado al orden por la Comisión Europea- Pero París, con su eje con Berlín, parece creerse por encima de estas nimiedades.
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