Este fin de semana, toda nuestra prensa se hacía eco del cierre de la línea del AVE Albacete-Cuenca-Toledo por falta de rentabilidad, ya que sólo la utilizaban nueve personas al día como mucho, lo que ha supuesto unas pérdidas de 3,24 millones de euros.
El fracaso estaba cantado desde que se empezó a construir el trazado, que atendía más a fines políticos que económicos. Pero el problema no es únicamente que se haya clausurado esa línea tras tan sólo seis meses de servicio; el problema en sí es la red de AVE en España. Me explico. Según los datos de ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), se han invertido en total unos 45.000 millones de euros en su construcción, a lo que hay que añadir aproximadamente 100.000 euros anuales de mantenimiento por kilómetro (tenemos casi 3.000 Km. construidos de AVE). Hagan ustedes cuentas. Y lo peor es que estos horrendos costos no tienen correspondencia alguna en lo que al número de usuarios de este medio de transporte se refiere, por lo que, al final, es el pobre contribuyente el que paga el pato de la megalomanía de nuestros políticos. Porque, si en el caso de Castilla-La Mancha es el PSOE el principal responsable del desaguisado (aunque todos los partidos políticos estuvieron de acuerdo en su día a la hora de dar su voto al proyecto), en el resto de España han sido también otros partidos los culpables de esos delirios de grandeza. Porque, una vez más nadie ha tenido en cuenta el mundo real en el que el ciudadano medio vive y él, desde luego, con su poder adquisitivo mermado por la crisis, no puede permitirse comprar un carísimo billete de AVE para viajar por nuestra geografía.
Pero es que los españoles somos así de chulos. Queríamos tener la red ferroviaria de Alta Velocidad más importante de Europa, muy por delante de Francia y Alemania. Y ese orgullo de querer demostrar nuestro poderío al resto de la UE nos ha llevado, una vez más, a tener a la postre que enseñar los raídos refajos debajo del ropaje supuestamente principesco. Porque del “AVE para todos” hemos pasado al “AVE para unos pocos” y eso, siempre y cuando no se cierre alguna conexión más por no dar los beneficios esperados.
Me tacharán de mal pensada, pero habría que preguntarse si esa necesidad tan acuciante por querer conectar casi todas las ciudades españolas a la red del AVE, no habrá sido producto de las altas comisiones que, a lo mejor, se han pagado a personas en el lugar adecuado para poder proponer a los gremios competentes tamaña locura. Y digo esto pensando en las carencias que tenemos en sectores como la educación y la sanidad, donde se racanea y se recorta a la hora de hacer inversiones más que necesarias para toda la población.
Pero ahí sigue el inefable Pepiño Blanco, aferrado erre que erre a su plan de poner en marcha el proyecto faraónico de proporcionar a su Galicia querida un AVE, cuyo presupuesto se eleva a más de 6.000 millones de euros (aunque parece que, de momento, se han aparcado el AVE extremeño y el de Santander). Afortunadamente, el plan de austeridad de nuestros vecinos portugueses ha paralizado la prevista línea de AVE Lisboa-Madrid.
Me perdonarán, queridos lectores, si les digo que ante esa total falta de feeling con los problemas que tiene en la actualidad la ciudadanía, me sienta cada vez más cercana a las ideas y propuestas de “los indignados”. Lástima que se pierdan en utopías en lugar de constituirse en partido político.
Margarita Rey
El fracaso estaba cantado desde que se empezó a construir el trazado, que atendía más a fines políticos que económicos. Pero el problema no es únicamente que se haya clausurado esa línea tras tan sólo seis meses de servicio; el problema en sí es la red de AVE en España. Me explico. Según los datos de ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), se han invertido en total unos 45.000 millones de euros en su construcción, a lo que hay que añadir aproximadamente 100.000 euros anuales de mantenimiento por kilómetro (tenemos casi 3.000 Km. construidos de AVE). Hagan ustedes cuentas. Y lo peor es que estos horrendos costos no tienen correspondencia alguna en lo que al número de usuarios de este medio de transporte se refiere, por lo que, al final, es el pobre contribuyente el que paga el pato de la megalomanía de nuestros políticos. Porque, si en el caso de Castilla-La Mancha es el PSOE el principal responsable del desaguisado (aunque todos los partidos políticos estuvieron de acuerdo en su día a la hora de dar su voto al proyecto), en el resto de España han sido también otros partidos los culpables de esos delirios de grandeza. Porque, una vez más nadie ha tenido en cuenta el mundo real en el que el ciudadano medio vive y él, desde luego, con su poder adquisitivo mermado por la crisis, no puede permitirse comprar un carísimo billete de AVE para viajar por nuestra geografía.
Pero es que los españoles somos así de chulos. Queríamos tener la red ferroviaria de Alta Velocidad más importante de Europa, muy por delante de Francia y Alemania. Y ese orgullo de querer demostrar nuestro poderío al resto de la UE nos ha llevado, una vez más, a tener a la postre que enseñar los raídos refajos debajo del ropaje supuestamente principesco. Porque del “AVE para todos” hemos pasado al “AVE para unos pocos” y eso, siempre y cuando no se cierre alguna conexión más por no dar los beneficios esperados.
Me tacharán de mal pensada, pero habría que preguntarse si esa necesidad tan acuciante por querer conectar casi todas las ciudades españolas a la red del AVE, no habrá sido producto de las altas comisiones que, a lo mejor, se han pagado a personas en el lugar adecuado para poder proponer a los gremios competentes tamaña locura. Y digo esto pensando en las carencias que tenemos en sectores como la educación y la sanidad, donde se racanea y se recorta a la hora de hacer inversiones más que necesarias para toda la población.
Pero ahí sigue el inefable Pepiño Blanco, aferrado erre que erre a su plan de poner en marcha el proyecto faraónico de proporcionar a su Galicia querida un AVE, cuyo presupuesto se eleva a más de 6.000 millones de euros (aunque parece que, de momento, se han aparcado el AVE extremeño y el de Santander). Afortunadamente, el plan de austeridad de nuestros vecinos portugueses ha paralizado la prevista línea de AVE Lisboa-Madrid.
Me perdonarán, queridos lectores, si les digo que ante esa total falta de feeling con los problemas que tiene en la actualidad la ciudadanía, me sienta cada vez más cercana a las ideas y propuestas de “los indignados”. Lástima que se pierdan en utopías en lugar de constituirse en partido político.
Margarita Rey
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