Hablar de política equivale a hablar de dinosaurios. Cuando pienso que estas enormes criaturas de 90.000 kilos de peso, dominaron la tierra durante unos 160 millones de años, me entra una sensación como de vértigo.
Los dinosaurios desaparecieron “de pronto”. Existe la teoría ampliamente difundida de que estos megaanimales fueron víctimas de un meteorito, que arrasó la tierra. No estoy yo muy convencido de esta teoría. Me inclino a pensar que los dinosaurios fueron objeto de la evolución, que nunca cesa y cuyos caminos jamás hallará el humano. En el caso de los dinosaurios, demasiado grandes para sobrevivir las subsiguientes edades de la tierra, entre ellas la glaciación, evolucionaron de lo enorme a lo pequeño. Sobrecoge el ver la radiografía de un pollo o de un pájaro con rayos X. Podrían ser un Arqueropterix, un Velorapter o uno de esos otros dinosaurios con alas. Nosotros mismos, como todos los mamíferos somos saurios. Comparemos la radiografía de un gato, un perro o una persona con unos de los dinosaurios más conocidos: el Tiranosaurio. Quizá el resultado nos haga menos soberbios al tiempo que estemos agradecidos a la evolución por habernos hecho como somos.
Un “dinosaurio” muy común es el cocodrilo. Podríamos elaborar una larga lista de seres que existen hoy y que proceden de los dinosaurios, que, según mi opinión, no desaparecieron, sino que se “redujeron” para adaptarse a las condiciones de su entorno.
El hombre es el único saurio capaz de destruir toda la vida en el planeta al tiempo que se destruye a sí mismo. Chernobyl es un ejemplo. Otro más actual y más dramático es el de Fukushima, Japón, a consecuencia de un terremoto y de un tsunami. Algunos periódicos ya hablan de “apocalipsis”. ¿Tendrá el hombre que evolucionar hacia el tamaño de una hormiga para no ser tan peligroso? Hay muchos millones de años por delante para la Naturaleza.
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