Según un informe de la OCDE, los españoles trabajan 4,6 horas diarias, lo cual supone un 19% más que los alemanes, y un 26,5% menos que los japoneses. Los franceses trabajan 3,75 por ciento, también menos que los españoles.
En cuanto al trabajo doméstico no remunerado, las mujeres dedican al hogar tres horas y siete minutos diarios, el triple del tiempo que los hombres, que trabajan menos en casa o no se ocupan para nada del hogar. Estos últimos datos se refieren a las generaciones desde 1936 hasta nuestros días. Nuestras madres no nos dejaban trabajar en la casa ni en la cocina por el prejuicio de que pudiésemos ser tildados de afeminados. Este equivocado punto de vista nos perjudica y nos hace sentir dependientes en el mundo moderno en el que toda vía vivimos. Somos las generaciones de “la abuelita” y “la mamá”. Por supuesto, nuestra vida era así más cómoda. A mí, al menos, me dejaban hacer recados y comprar el pan. Nunca vi en la panadería un muchacho. La clientela eran mujeres, que me miraban de soslayo.
Pero volviendo al informe de la OCDE, si sus cifras son correctas, cabe la pregunta de por qué los alemanes y los franceses son más fuertes que los españoles. La OCDE no lo explica, pero en sus datos habría que introducir algunos matices como: calidad y rentabilidad del trabajo. Muy importante es también la competitividad. España, a pesar de pasos de gigantes en nuestra sociedad, sigue dependiendo más de las importaciones que de las exportaciones, como Alemania y Francia. Es cierto que en el sector industrial, España ha hecho grandes progresos, pero los productos del campo y del sector alimentario son las principales partidas que exportamos a Alemania y otros países nórdicos. Por otra parte, el turismo es una de las principales fuentes de ingresos del erario español. Es decir, España sigue siendo como Grecia, Italia o Portugal, un “país de camareros”, sea dicho sin menosprecio, pues en torno al turismo España ha montado una sorprendente industria.
Mercados españoles en lo industrial siguen estando en Hispanoamérica. Los iberoamericanos son en este sentido nuestros principales socios.
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