El don más preciado del hombre, por cuya consecución tanta sangre ha corrido, es la libertad. La libertad permite la evolución del ser humano, la felicidad de poder ser él mismo, pero también la obligación de estar al servicio ciudadano de la sociedad para su positivo desarrollo. No obstante, la libertad no puede ser ilimitada. En tal caso sería libertinaje, el enemigo de la libertad, sobre la que descansa nuestro sistema democrático. La libertad de uno termina donde comienzan los derechos de los demás.
Desde el más remoto pasado, el hombre ha aspirado a la libertad, que le era negada por poderosos, reyes nobles y ricos. En la desigual lucha siempre perdía el esclavo, que era un simple objeto, al igual que su familia, a quienes se podía matar impunemente. Por otra parte, la persona libre se moría de hambre, porque nadie quería alimentarla. Por eso, muchos esclavos se conformaban con su falta de libertad. Era éste también el caso de los esclavos negros en EE UU, siendo en el sur donde peor se les trataba.
En el siglo XVIII irrumpe en Europa, en Francia concretamente, la Libertad. La Revolución francesa tenía como lemas “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Para asegurarse el triunfo de la revolución, los revolucionarios, a los que se habían sumado nobles que habían olido el pastel, recurrieron a la guillotina. La libertad sola no podía garantizar a la igualdad y la fraternidad. Faltaba aún el concepto de democracia. Libertad no es volver la tortilla. Los “ciudadanos” franceses desembocaron en un régimen llamado de Terror. Con Napoleón, en Francia comenzó a perfilarse un destino, que uniría a todos los franceses: la Francia dueña del mundo, la Francia Imperial, derrotada en España (Guerra de la Independencia). Mientras se luchaba contra el francés, en España comenzó a aflorar un espíritu liberal (Cortes de Cádiz). Pero fue aplastado al regreso del gran villano y traidor Borbón, Fernando VII, que volvió a España a los tiempos de la Inquisición. La Iglesia católica estaba encantada. Para un español demócrata es vergonzoso que amplios sectores del pueblo halagaran al tirano con el grito de “¡Vivan las cadenas!”, mientras que los liberales tenían que esconderse.
España ha vuelto a sufrir casi 40 años de falta de libertad. La libertad sustenta ahora a una democracia monárquica, y es en muchos aspectos muy amplia. Pero todo depende de cómo actuemos con la libertad. La principal condición sine qua non es el respeto al prójimo y a sus derechos, en primer lugar el derecho a su integridad física, a su propiedad, a sus derechos a informarse, a opinar y a elegir al partido con el que se sienta identificado.
Desde el más remoto pasado, el hombre ha aspirado a la libertad, que le era negada por poderosos, reyes nobles y ricos. En la desigual lucha siempre perdía el esclavo, que era un simple objeto, al igual que su familia, a quienes se podía matar impunemente. Por otra parte, la persona libre se moría de hambre, porque nadie quería alimentarla. Por eso, muchos esclavos se conformaban con su falta de libertad. Era éste también el caso de los esclavos negros en EE UU, siendo en el sur donde peor se les trataba.
En el siglo XVIII irrumpe en Europa, en Francia concretamente, la Libertad. La Revolución francesa tenía como lemas “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Para asegurarse el triunfo de la revolución, los revolucionarios, a los que se habían sumado nobles que habían olido el pastel, recurrieron a la guillotina. La libertad sola no podía garantizar a la igualdad y la fraternidad. Faltaba aún el concepto de democracia. Libertad no es volver la tortilla. Los “ciudadanos” franceses desembocaron en un régimen llamado de Terror. Con Napoleón, en Francia comenzó a perfilarse un destino, que uniría a todos los franceses: la Francia dueña del mundo, la Francia Imperial, derrotada en España (Guerra de la Independencia). Mientras se luchaba contra el francés, en España comenzó a aflorar un espíritu liberal (Cortes de Cádiz). Pero fue aplastado al regreso del gran villano y traidor Borbón, Fernando VII, que volvió a España a los tiempos de la Inquisición. La Iglesia católica estaba encantada. Para un español demócrata es vergonzoso que amplios sectores del pueblo halagaran al tirano con el grito de “¡Vivan las cadenas!”, mientras que los liberales tenían que esconderse.
España ha vuelto a sufrir casi 40 años de falta de libertad. La libertad sustenta ahora a una democracia monárquica, y es en muchos aspectos muy amplia. Pero todo depende de cómo actuemos con la libertad. La principal condición sine qua non es el respeto al prójimo y a sus derechos, en primer lugar el derecho a su integridad física, a su propiedad, a sus derechos a informarse, a opinar y a elegir al partido con el que se sienta identificado.
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