Desde las recientes declaraciones del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, sobre los indigentes que duermen en la calle, el asunto no se me va de la cabeza.
En todos los países democráticos occidentales existe la pobreza. Dado el mayor número de habitantes, la miseria en Norteamérica es la mayor del mundo occidental desarrollado. Los EE UU tienen unos 300 millones de habitantes. Uno de cada diez norteamericanos ha nacido en el extranjero. La familia del presidente estadounidense, Barack Obama procede de Kenia. El número de indigentes en el país más rico del mundo es de casi 44 millones. EE UU carecen de una red social. El país sigue la filosofía de los tiempos del Oeste de que cada uno se busque la vida.
En el continente latinoamericano con 577.200.000 millones de habitantes, 241 millones de personas viven en la pobreza. Sólo México tiene unos 55 millones de pobres (más de la mitad de la población). Tristemente conocidos son los “pobres del basurero”. Más del 40% de los habitantes de América Latina son indigentes. Pasan hambre en el mundo unos mil millones de seres humanos.
España representa con casi 9 millones de pobres el 10,7 % de los 84 millones de europeos que viven excluidos de la sociedad en Europa. Los políticos no deberían declamar sobre o en contra de la pobreza, sino hallar medios eficaces para combatirla, teniendo en cuenta desde el principio sus ramificaciones: en especial creación de una red nacional de albergues, para que el indigente no duerma a la intemperie. En esa red han de estar activos psiquiatras y psicólogos para aquellos indigentes que muestren problemas psíquicos. Estos enfermos tendrían que ser derivados a clínicas de la seguridad social. En segundo lugar está la educación. Ni un solo niño en el asentamiento que no vaya a la escuela. Pueden ser recogidos por microbuses o por furgonetas. Pero de nada servirá que el niño vaya a la escuela si, concluidos estos estudios, se suma al ambiente de miseria y de delincuencia de procedencia. Un servicio social ha de encargarse de que el niño elija unos estudios, si no pueden ser universitarios (hay becas), de formación profesional, que le hagan salir del circulo vicioso. Por supuesto que el estudiante ha de hallar una salida a sus estudios. El Estado tiene que construir viviendas modestas, donde puedan vivir dignamente los socialmente marginados. Vigilantes municipales han de velar porque las casas estén en buen estado. Asimismo, la policía ha de actuar intensamente contra los que trafican con la droga y contra los drogodependientes, conduciendo a estos últimos a clínicas sociales. También ha de detener a quienes se dedican a asaltar a ciudadanos a punta de navaja.
Estas medidas han de ser contempladas en un presupuesto especial en la cartera de asuntos sociales de todos los países democráticos, que con las cifras de pobres demuestran tener una sociedad y una democracia enfermas. Obama incluyó en su programa un plan social, aplastado por la mayoría rica de los derechistas republicanos.
Soy consciente de que lo escrito es utópico. ¿Por qué? En la respuesta está la hipocresía de los gobernantes en este planeta.
Mientras que los ricos no cedamos un poco nada de eso será posible. Hay que acabar con la indiferencia.
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