Según la psicología, unas gotas de violencia en la niñez y en la juventud son buenas para el buen desarrollo psíquico del ser humano, que ha de acostumbrarse al hecho de que desde milenios vivimos en un mundo violento, en el que no es posible la paz total (“la paz de los cementerios”). No se trata de enseñarnos a ser violentos, sino al contrario, a vacunarnos contra la violencia.
A los de mi generación nos gustaban las películas del Oeste. Las debíamos ver en inglés por no haber sincronización, demasiado cara para este género por aquel entonces. Por supuesto, siempre estábamos con “el bueno” y nos alegraba la muerte del malo (a aquella edad no se reparaba en pensar que también “el malo”, por muy malo que fuese, era una persona y que nunca debemos alegrarnos de la muerte de un ser humano. También leíamos tebeos (comics) como los de Roberto Alcázar y Pedrín, El Hombre Enmascarado o El Guerrero del Antifaz. Con todos ellos aprendíamos que el Mal no puede con el Héroe, con el Bien.
Si comparamos aquellos tiempos con los de hoy, vemos que la violencia ha crecido hasta convertirse en horror, no sólo para los niños, sino, incluso para algunos padres. Hoy, en las películas del ramo, en televisión, internet o video-juegos, es difícil discernir de lo que va, quién es el malo y cuál el bueno, sobre todo si es galácteo. Aparecen criaturas horrorosamente inverosímiles, enormes murciélagos que echan fuego por los ojos, humanoides con armadura resistentes a los rayos y centellas que se arrojan por las manos. Por donde pasan, destrucción indiscriminada; autos que explotan envueltos en una nube de fuego y de humo. Casas y rascacielos ardiendo. Y a todo esto no sabemos por qué esta violencia. ¿Qué enseñanza podemos sacar del infierno virtual? ¿Violencia sólo por gusto?
Los y las docentes encargados(as) de educar a las nuevas generaciones lo tienen crudo. Tendrán que ser Superwomen y Supermen.
A los de mi generación nos gustaban las películas del Oeste. Las debíamos ver en inglés por no haber sincronización, demasiado cara para este género por aquel entonces. Por supuesto, siempre estábamos con “el bueno” y nos alegraba la muerte del malo (a aquella edad no se reparaba en pensar que también “el malo”, por muy malo que fuese, era una persona y que nunca debemos alegrarnos de la muerte de un ser humano. También leíamos tebeos (comics) como los de Roberto Alcázar y Pedrín, El Hombre Enmascarado o El Guerrero del Antifaz. Con todos ellos aprendíamos que el Mal no puede con el Héroe, con el Bien.
Si comparamos aquellos tiempos con los de hoy, vemos que la violencia ha crecido hasta convertirse en horror, no sólo para los niños, sino, incluso para algunos padres. Hoy, en las películas del ramo, en televisión, internet o video-juegos, es difícil discernir de lo que va, quién es el malo y cuál el bueno, sobre todo si es galácteo. Aparecen criaturas horrorosamente inverosímiles, enormes murciélagos que echan fuego por los ojos, humanoides con armadura resistentes a los rayos y centellas que se arrojan por las manos. Por donde pasan, destrucción indiscriminada; autos que explotan envueltos en una nube de fuego y de humo. Casas y rascacielos ardiendo. Y a todo esto no sabemos por qué esta violencia. ¿Qué enseñanza podemos sacar del infierno virtual? ¿Violencia sólo por gusto?
Los y las docentes encargados(as) de educar a las nuevas generaciones lo tienen crudo. Tendrán que ser Superwomen y Supermen.
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