Sobre el origen de esta expresión tan conocida existen diferentes versiones, aunque es posible que sólo se trate de leyendas urbanas. Todas ellas tienen en común el nombre y el oficio del personaje protagonista. Se trataría de una mesonera llamada María -aunque dicen que por aquel entonces casi todas las dueñas o criadas de casas de comidas solían llamarse María, Maripepa o Maritornes (“El Quijote”)-. Por lo visto, en el Madrid del siglo XVII, en la calle Cava Baja, hoy perteneciente al barrio de La Latina, y que va desde la Plaza de la Puerta Cerrada hasta la del Humilladero, existían numerosos mesones, tabernas y hospederías para dar de comer y ofrecer alojamiento a los comerciantes que llegaban a la villa para vender sus mercancías en los diversos mercados de la capital. Esos establecimientos también tenían establos para los caballos, burros y mulas de los clientes. Debían de ser un buen negocio, pues, según dicen, esas posadas se encontraban puerta con puerta y se disputaban a los vendedores ambulantes.
La propietaria de uno de esas fondas era pues la tal María, apodada “la morena” por el color de su pelo. Esa mujer era conocida en todo el barrio por su mal genio y por ser una deslenguada. Las dudosas fuentes que transportan esa historia dicen que María, “la morena”, tenía la mala costumbre de ofrecer a sus clientes de más categoría el mejor vino, mientras que a los de menor pedigrí les daban morapio del peor. Una vez, los parroquianos discriminados se quejaron a la mesonera, le pidieron explicaciones y exigieron probar el buen vino. La susodicha no sólo se negó, sino que organizó una trifulca tan descomunal, en la que se rompieron mesas y volaron sillas, que tuvo que intervenir la autoridad.
Otra versión dice que María, “la morena”, solía fiar a algunos de sus clientes y les daba unos días de plazo para pagar sus deudas, pasado el cual, si no cumplían, iba a buscarles por todo Madrid. Cuando daba con ellos, les cubría en plena calle de todo tipo de vituperios y se liaba a golpes con ellos hasta que éstos, amedrentados, apoquinaban. Desde entonces nos quedó el dicho popular de “se armó la marimorena” para describir una gran algarabía o alboroto, con disputas a voz en cuello, insultos, reyertas y golpes.
Margarita Rey
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