sábado, 16 de abril de 2011

Pincelada: Defensa numantina


Érase una vez una pequeña población celtíbera situada a unos 7 Km. de la actual Soria. Con el tiempo llegó a contar con unos 10.000 habitantes, así que se la puede considerar como una ciudad bastante grande para aquellos tiempos. La gente vivía con una cierta tranquilidad, primero de la alfarería y después también de la ganadería. Hasta que los romanos consiguieron aniquilar en las guerras púnicas a los cartagineses, quienes, hasta su derrota, habían controlado gran parte del Mediterráneo y fundado importantes colonias en la Península Ibérica. Así pues Roma decidió enviar sus legiones a estos lares para anexionarlos a su imperio. Con lo que no contaba era con la resistencia de sus pobladores, en su mayoría bastante primitivos y con muy malas pulgas. Así, la conquista de zona alrededor de Numancia duró 60 años de luchas encarnizadas (aquí, el pastor lusitano Viriato tuvo un cierto protagonismo, instigando a los numantinos contra los invasores romanos). Pero con Roma no se jugaba. Harta de ser derrotada por los que ellos consideraban unos desarrapados, reunió al Senado romano y envío a Publio Cornelio Escipión el Africano menor para poner orden en la zona. Escipión desembarcó en Ampurias con una tropa de 4.000 voluntarios a los que, junto a los desmoralizados e indisciplinados efectivos ya existentes en Hispania, convirtió con férrea disciplina en un poderoso ejército de 60.000 hombres.

Armados hasta los dientes con catapultas, carros y torres de combate y la más moderna maquinaria de guerra, las huestes de Escipión llegaron a las cercanías de Numancia para rodearla e impedir su abastecimiento con víveres. Para lo cual construyeron a su alrededor un enorme foso de más de 9 Km de longitud. Ante tal despliegue de fuerza, sus habitantes pronto comprendieron que estaban perdidos, pero decidieron vender bien cara su piel. Y empezó el asedio, que duró 9 meses. De las 10.000 personas tras los muros de Numancia, 4000 eran hombres en edad de luchar. El resto estaba compuesto de ancianos, mujeres y niños. En una lucha desigual, sin posibilidad de ayuda exterior, diezmados por la peste y mortificados por el hambre, en el 133 a.C. Numancia perdió la desigual batalla. Pero, antes que rendirse al enemigo y convertirse en esclavos de Roma, sus habitantes, que no tenían entretanto más que la piel y el hueso, decidieron sacrificarse y poner fin a sus vidas quemándose en una gigantesca pira. Y así, cuando los romanos entraron en la ciudad, nada más encontraron que cuerpos carbonizados o cadáveres de numantinos que se habían dado muerte atravesándose con su propia espada. Sólo unos pocos, demasiado débiles para poder suicidarse sin ayuda ajena, habían sobrevivido. Escipión ordenó alimentarlos debidamente para poder llevárselos a Roma como rehenes y testigos vivientes de su triunfo. Pero le precedieron los relatos sobre la heroicidad y el sacrificio de los numantinos, que entraron así en los anales de la Historia y se convirtieron en un mito que ha perdurado hasta nuestros días. La frase “hacer una defensa numantina” se utiliza todavía hoy para explicar que alguien defiende con tenacidad y hasta el límite a algo o a alguien, aunque se tengan pocas probabilidades de éxito.
Margarita Rey

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