La Semana Santa ha terminado. Como todos los años, las cadenas de televisión se han ensañado con nosotros, sufridos telespectadores, y nos han ofrecido un recorrido por todos los rollos pseudohistóricos habidos y por haber. Ha habido muchos cambios de programación debido a las inclemencias del tiempo en Andalucia, donde la lluvia torrencial ha impedido la retransmisión en directo de las procesiones más multitudinarias y tradicionales, Así pues, aprovechando las fechas y para rellenar huecos, han salido a relucir todas las antiguallas de pelis que tanto las públicas como las privadas tienen almacenadas desde el año catapún para estas ocasiones, algunas de ellas tan viejas y rancias que daba hasta vergüenza verlas. Lo peor del caso es que la mayor parte de esos peplums no tenía ni la más remota conexión con los inicios del cristianismo.
Por si no saben lo que es un peplum, voy a intentar explicárselo. La palabra peplum (en castellano “peplo”) viene del latín, aunque su verdadero origen es griego. Según la RAE, el “peplo” es una “vestidura exterior, amplia y suelta, sin mangas, que bajaba de los hombros formando caídas en punta por delante, usada por las mujeres en la Grecia antigua”. Esta indumentaria, que se sujetaba a los hombros por medio de broches y se ceñía a la cintura con un cinturón, ha dado nombre a este tipo de películas de acción ambientadas en la Antigüedad (en Alemania se las denomina irónicamente “Sandalenwestern” porque sus protagonistas suelen calzar sandalias). El guión se basa generalmente en leyendas y tiene como telón de fondo el Imperio Romano (también Grecia o el antiguo Egipto). El término peplum nace en los años 60 para denominar de alguna manera a ese género fílmico potenciado por la industria cinematográfica americana del momento. Son filmes de entretenimiento, en los que prima la acción y en los que el protagonista es bueno, buenísimo y el villano, malo como el sebo. Sus chicas, más de lo mismo. Además, la novia del bueno suele ser siempre rubia, mientras que la del malo es mayormente morena o pelirroja oscura. El boom del peplum tuvo como consecuencia negativa que, a la sombra de películas de calidad, proliferasen como los champiñones un sinfín de pelis, carentes en su mayoría de rigor histórico, rodadas en su día en Italia y en España con gran profusión de extras, gracias al favorable curso del dólar frente a la lira o la peseta. Después de una época de declive, debida a unos bodrios protagonizados por antiguos Mr. Universo enseñando sus musculitos, el peplum vivió un “come back” hace pocos años con excelentes relatos cinematográficos como “Gladiator”. También la magnífica serie de la BBC, “Roma”, ha sabido captar el interés del televidente.
Pero volvamos a la parrilla de televisión de estos últimos días. A los responsables de las cadenas habría que correrles a boinazos. Y si no, ya me dirán que pintaban Atila y Rómulo y Remo en todo este batiburrillo de programación festiva. Aunque, del fondo del armario han salido también algunas películas memorables, como “La túnica sagrada” o “Quo Vadis”, con buenos argumentos y actorazos de esos que ya no existen, entre los que cabe destacar al genial Peter Ustinov encarnando a Nerón en “Quo Vadis”. Y, aunque no tenga nada que ver con Semana Santa, también he disfrutado un montón viendo por enésima vez “El nombre de la rosa” y a Sean Connery, que borda su papel de fraile franciscano Guillermo de Baskerville.
Margarita Rey
Por si no saben lo que es un peplum, voy a intentar explicárselo. La palabra peplum (en castellano “peplo”) viene del latín, aunque su verdadero origen es griego. Según la RAE, el “peplo” es una “vestidura exterior, amplia y suelta, sin mangas, que bajaba de los hombros formando caídas en punta por delante, usada por las mujeres en la Grecia antigua”. Esta indumentaria, que se sujetaba a los hombros por medio de broches y se ceñía a la cintura con un cinturón, ha dado nombre a este tipo de películas de acción ambientadas en la Antigüedad (en Alemania se las denomina irónicamente “Sandalenwestern” porque sus protagonistas suelen calzar sandalias). El guión se basa generalmente en leyendas y tiene como telón de fondo el Imperio Romano (también Grecia o el antiguo Egipto). El término peplum nace en los años 60 para denominar de alguna manera a ese género fílmico potenciado por la industria cinematográfica americana del momento. Son filmes de entretenimiento, en los que prima la acción y en los que el protagonista es bueno, buenísimo y el villano, malo como el sebo. Sus chicas, más de lo mismo. Además, la novia del bueno suele ser siempre rubia, mientras que la del malo es mayormente morena o pelirroja oscura. El boom del peplum tuvo como consecuencia negativa que, a la sombra de películas de calidad, proliferasen como los champiñones un sinfín de pelis, carentes en su mayoría de rigor histórico, rodadas en su día en Italia y en España con gran profusión de extras, gracias al favorable curso del dólar frente a la lira o la peseta. Después de una época de declive, debida a unos bodrios protagonizados por antiguos Mr. Universo enseñando sus musculitos, el peplum vivió un “come back” hace pocos años con excelentes relatos cinematográficos como “Gladiator”. También la magnífica serie de la BBC, “Roma”, ha sabido captar el interés del televidente.
Pero volvamos a la parrilla de televisión de estos últimos días. A los responsables de las cadenas habría que correrles a boinazos. Y si no, ya me dirán que pintaban Atila y Rómulo y Remo en todo este batiburrillo de programación festiva. Aunque, del fondo del armario han salido también algunas películas memorables, como “La túnica sagrada” o “Quo Vadis”, con buenos argumentos y actorazos de esos que ya no existen, entre los que cabe destacar al genial Peter Ustinov encarnando a Nerón en “Quo Vadis”. Y, aunque no tenga nada que ver con Semana Santa, también he disfrutado un montón viendo por enésima vez “El nombre de la rosa” y a Sean Connery, que borda su papel de fraile franciscano Guillermo de Baskerville.
Margarita Rey
No hay comentarios:
Publicar un comentario