El pasado sábado concluyó en Mar del Plata (Argentina) la XX Cumbre Iberoamericana. Los temas tratados y aprobados no difieren mucho de otras cumbres, salvo que ahora se ha recalcado más la cooperación iberoamericana y se ha hecho hincapié en la urgente necesidad de fomentar la educación y la formación como único camino para conseguir el desarrollo de Iberoamérica. Lo que sí ha sido históricamente importante es el pacto firmado en la Cumbre contra los golpes de estado, que contiene el compromiso de excluir del sistema iberoamericano al país que no respete el orden institucional.
"No queda ningún foro de Iberoamérica en el que se pueda ser miembro si no se respeta el orden democrático", dijo el canciller argentino, Héctor Timerman. Para excluir a un país infractor de esta comunidad de naciones, deberá existir el consenso. La cláusula reglamenta cómo un miembro excluido puede reincorporarse una vez que vuelva a la senda democrática.
El presidente del gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, estuvo ausente de la Cumbre, retenido en España por los “deberes” con respecto a la crisis económica. Pero el Rey Juan Carlos, acompañado de la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, dio a esta cumbre en Mar del Plata su dimensión histórica como encuentro regular de los altos mandatarios latinoamericanos no sólo entre sí, sino contando con España, con quien une a los hispanoamericanos el vínculo indisoluble de la lengua, aparte de las relaciones económicas y culturales cada vez más estrechas.
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