Hace unos días la televisión alemana publicaba en su página web un estudio sobre el estado de ánimo de la sociedad alemana. Decía el estudio que la burguesía alemana era ruda y fuerte la xenofobia, especialmente contra los turcos (más de dos millones). Fue ciertamente un error ceder a las exigencias de Washington en 1960 y dejar entrar en Alemania a los otomanos. Pero Alemania era por entonces un país ocupado y EE UU era el amo de la situación en la Guerra Fría. Washington necesitaba las bases nucleares en Turquía y Turquía (el “Hombre Enfermo del Bósforo) necesitaba quitarse de encima a millares de turcos, en su mayoría provenientes de la provincia turca más pobre, retrógrada y religiosamente más intransigente, Anatolia.
Salvo excepciones, los turcos, aunque hayan nacido en Alemania, no quieren integrarse. Ellos viven con su Islam, aislados por voluntad propia de la sociedad alemana. Todos los proyectos, que dan buenos resultados con inmigrantes europeos, son repelidos por los turcos, inmersos en sus costumbres islámicas (a veces muy crueles, como asesinar a hijas que se hayan echado un novio alemán y quieran vivir occidentalmente). Ha fallado con estruendo el ambicioso proyecto multicultural. Los turcos y demás musulmanes en Alemania no quieren compartir sus vidas con todas las culturas residentes en Alemania. Han formado una “república turca” en Alemania. Mezquitas surgen por doquier. En Colonia, centro del “poder turco”, están construyendo una mezquita mayor que la Catedral de Colonia, uno de los principales símbolos de la identidad alemana. Los turcos señalan a los judíos con sus sinagogas, sus escuelas especiales y su Consejo General (interlocutor del gobierno federal alemán). Entretanto, también los musulmanes tienen su Consejo General. Pero los judíos se sienten alemanes, además de judíos, conversan en alemán y respetan a la Constitución y demás instituciones alemanas, que los turcos tratan una y otra vez de soslayar.
Salvo excepciones, los turcos, aunque hayan nacido en Alemania, no quieren integrarse. Ellos viven con su Islam, aislados por voluntad propia de la sociedad alemana. Todos los proyectos, que dan buenos resultados con inmigrantes europeos, son repelidos por los turcos, inmersos en sus costumbres islámicas (a veces muy crueles, como asesinar a hijas que se hayan echado un novio alemán y quieran vivir occidentalmente). Ha fallado con estruendo el ambicioso proyecto multicultural. Los turcos y demás musulmanes en Alemania no quieren compartir sus vidas con todas las culturas residentes en Alemania. Han formado una “república turca” en Alemania. Mezquitas surgen por doquier. En Colonia, centro del “poder turco”, están construyendo una mezquita mayor que la Catedral de Colonia, uno de los principales símbolos de la identidad alemana. Los turcos señalan a los judíos con sus sinagogas, sus escuelas especiales y su Consejo General (interlocutor del gobierno federal alemán). Entretanto, también los musulmanes tienen su Consejo General. Pero los judíos se sienten alemanes, además de judíos, conversan en alemán y respetan a la Constitución y demás instituciones alemanas, que los turcos tratan una y otra vez de soslayar.
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