Por principio, rechazo todas las religiones. ¡Cuánta sangre ha corrido y corre por culpa de los credos! Para ser objetivo he de decir que desde los tiempos modernos los más pacíficos son los cristianos, aunque desgraciadamente siguen ocupando la atención pública los abusos a menores cometidos por sacerdotes católicos.
No hay cosa más terrible que el fanatismo religioso. Tal vez la vida en el planeta sería mejor sin las religiones. Todas son producto de la fantasía del ser humano, se basan en mitos antiquísimos y leyendas, y aunque, como los Evangelios, ofrecen también auténticas perlas de humanidad, se encierran en sus dogmas, que son lo menos verídico en las religiones. Las religiones existen en realidad sólo por el miedo del ser humano a la muerte. Nunca se ha planteado preparar a la Humanidad para esta inevitable realidad y en vez de ello el humano, ya desde las cavernas, ha creado una serie de ritos e imaginaciones con el fin de no aceptar el hecho de que lo mismo que venimos de la nada, un día regresaremos a la nada. Nuestro ciclo existencial habrá concluido. Las religiones monoteístas hacen creer a los fieles en la vida eterna, en el más allá, en paraísos, en la gloria, en poder contemplar eternamente la divinidad y alguna religión incluso promete placeres sexuales con bellas huríes.
Frente a las religiones coloco a la ética. Por ética se respeta al prójimo. La ética sabe distinguir entre el bien y el mal y combate a este último a través de la formación humana y humanista. La ética supone la convivencia pacífica de los pueblos y defiende el derecho a la igualdad de oportunidades, para que no existan privilegiados y no privilegiados en igualdad de condiciones. La ética enseña también que la muerte es, como los años, el final de una vida que ha de ser siempre una misión en bien de los demás, cada cual desde sus posibilidades. Que en los momentos en que se apaga la llama de nuestra existencia podamos decir: “Estoy satisfecho con lo que he hecho durante mi vida”. Pero la ética es una utopía. Las religiones una realidad.
No hay cosa más terrible que el fanatismo religioso. Tal vez la vida en el planeta sería mejor sin las religiones. Todas son producto de la fantasía del ser humano, se basan en mitos antiquísimos y leyendas, y aunque, como los Evangelios, ofrecen también auténticas perlas de humanidad, se encierran en sus dogmas, que son lo menos verídico en las religiones. Las religiones existen en realidad sólo por el miedo del ser humano a la muerte. Nunca se ha planteado preparar a la Humanidad para esta inevitable realidad y en vez de ello el humano, ya desde las cavernas, ha creado una serie de ritos e imaginaciones con el fin de no aceptar el hecho de que lo mismo que venimos de la nada, un día regresaremos a la nada. Nuestro ciclo existencial habrá concluido. Las religiones monoteístas hacen creer a los fieles en la vida eterna, en el más allá, en paraísos, en la gloria, en poder contemplar eternamente la divinidad y alguna religión incluso promete placeres sexuales con bellas huríes.
Frente a las religiones coloco a la ética. Por ética se respeta al prójimo. La ética sabe distinguir entre el bien y el mal y combate a este último a través de la formación humana y humanista. La ética supone la convivencia pacífica de los pueblos y defiende el derecho a la igualdad de oportunidades, para que no existan privilegiados y no privilegiados en igualdad de condiciones. La ética enseña también que la muerte es, como los años, el final de una vida que ha de ser siempre una misión en bien de los demás, cada cual desde sus posibilidades. Que en los momentos en que se apaga la llama de nuestra existencia podamos decir: “Estoy satisfecho con lo que he hecho durante mi vida”. Pero la ética es una utopía. Las religiones una realidad.
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