Desde que José Luís Rodríguez Zapatero ostenta el poder parece ser „el talante“ de la política española las sonrisas, la amabilidad: no darse por enterado y las declaraciones de buena voluntad.
Si este “talante” tiene éxito con otros estados, incluso de la Unión Europea se ve reflejado por los críticos artículos de los últimos tiempos de crisis referentes a España, a su Economía y sus reformas. Pero ese “talante de la simpatía” está totalmente fuera de lugar con personajes como el monarca alauí Mohamed VI, que continúa la política de expansión territorial de su padre Hassan II. No sé hasta qué punto estará la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez a la altura de avispados “asiáticos” como el monarca marroquí y su ministro-siervo de Asuntos Exteriores. Los moros son tratantes por naturaleza y, si te descuidas, te dan gato por liebre, con mucha simpatía y afecto, aunque por dentro ellos prosiguen sus objetivos.
Con Marruecos, el talante no sirve de nada. Poco se consigue con las sonrisas o amabilidades más allá de lo puramente diplomático. Zapatero tiene que confesar al pueblo español que tenemos un conflicto con Marruecos, Mohamed VI va a por Ceuta y Melilla, una vez que España no le parece útil ni para su ingreso en la UE ni para apoyar su usurpación del Sahara Occidental. Cabe suponer que Zapatero ya habrá advertido a la UE y la OTAN de la existencia del conflicto, por si acaso y a ver cómo respiran.
Es un hecho que en ambas ciudades autónomas viven entretanto casi más marroquíes que españoles. Un elevado número de marroquíes de Ceuta y Melilla poseen la nacionalidad española. Preguntados algunos de ellos, rechazan de plano convertirse en súbditos de Mohamed. Frente al monarca alauita hay que mostrarse firmes. El primer deber de nuestra diplomacia es que Mohamed vea la imposibilidad de que España entregue ambas ciudades a Marruecos, porque Ceuta y Melilla no forman parte, por su secular historia, del territorio marroquí, por muchos dátiles que ofrezca el rey de los moros. Es la delicada misión de la diplomacia española diluir el conflicto y evitar daños mucho peores.
Con Marruecos, el talante no sirve de nada. Poco se consigue con las sonrisas o amabilidades más allá de lo puramente diplomático. Zapatero tiene que confesar al pueblo español que tenemos un conflicto con Marruecos, Mohamed VI va a por Ceuta y Melilla, una vez que España no le parece útil ni para su ingreso en la UE ni para apoyar su usurpación del Sahara Occidental. Cabe suponer que Zapatero ya habrá advertido a la UE y la OTAN de la existencia del conflicto, por si acaso y a ver cómo respiran.
Es un hecho que en ambas ciudades autónomas viven entretanto casi más marroquíes que españoles. Un elevado número de marroquíes de Ceuta y Melilla poseen la nacionalidad española. Preguntados algunos de ellos, rechazan de plano convertirse en súbditos de Mohamed. Frente al monarca alauita hay que mostrarse firmes. El primer deber de nuestra diplomacia es que Mohamed vea la imposibilidad de que España entregue ambas ciudades a Marruecos, porque Ceuta y Melilla no forman parte, por su secular historia, del territorio marroquí, por muchos dátiles que ofrezca el rey de los moros. Es la delicada misión de la diplomacia española diluir el conflicto y evitar daños mucho peores.
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