Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS, Zapatero ganó el debate sobre el estado de la Nación.
26,1% de los españoles, que siguieron el debate, opinan que lo ganó frente al 19,18% que se inclinan por Rajoy. El 36,5% estima que no ganó ninguno. En mi opinión, este último dato es esencial para valorar el puesto que una mayoría de los españoles asigna al presidente del Gobierno y al jefe de la oposición: al rincón y de cara a la pared. Hay, son embargo, que reconocer que el debate se planteaba en una situación muy difícil para Zapatero, con una de cada cinco personas en paro. El PSOE no puede lanzar las campanas al vuelo. Debe constatar, eso sí, positivamente, que la valoración obtenida por Zapatero en una sociedad inmersa en una crisis económica, equivale a una pequeña victoria, Zapatero gana a Rajoy por quinta vez consecutiva. Mientras, Rajoy, obsesionado con las elecciones anticipadas, llega a decir la tontería de que el CIS no había publicado antes el resultado de su encuesta por miedo a los malos resultados conseguidos por el jefe del Ejecutivo.
No hay que dar mucha importancia a las encuestas. La opinión de la población es volátil y depende de muchas circunstancias. Ese es uno de los fallos de la democracia: que todo depende de la impresión de un momento y que cada elección es para los candidatos un equilibrio en la cuerda floja. Por otra parte, muchos políticos viven pendientes de las cifras, que son la mera aritmética del estado de ánimo del encuestado. Desgraciadamente, muchos votan más visceralmente que con la cabeza y luego se lamentan durante los cuatro años de la legislatura. Pero los políticos con la responsabilidad de un presidente del Gobierno o un jefe de la oposición no deben dormir con el CIS debajo de la almohada. El CIS, como toda agencia de encuestas, puede equivocarse de parte a parte. Lo que tienen que hacer ambos, presidente y jefe de la oposición, es ser más eficientes y tener más proximidad con el ciudadano. Creo que en esto, Zapatero le gana a Rajoy, que solo se siente a gusto en los mítines de su partido, flanqueado por sus dos ángeles femeninos de la guarda.
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