La Historia de España está plagada de gestas y hechos milagrosos. Cuando se produce en 711 la invasión árabe de la Península, deshaciendo el reinado visigodo, muchos cristianos huyeron a refugiarse en las montañas del Norte de España. El godo don Pelayo, de Cangas de Onís, fue el primer monarca asturiano. Comenzó la Reconquista en 722, que duró ocho siglos, terminando en 1492, con la toma del reino nazarí de Granada por los llamados Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
En una cueva de Asturias (Covadonga) se aparecía la Virgen para dar ánimos a los cristianos. Hasta nuestros días es muy venerada la Virgen de Covadonga. Pero la figura que más llamaba la atención y despertaba nuestra admiración cuando teníamos 14 años y estudiábamos el Bachillerato, era la de Santiago, patrón de España, que aparecía cabalgando un corcel blanco y blandiendo una espada para apoyar a los guerreros cristianos contra las mesnadas sarracenas, que huían despavoridas al ver al Santo, que acudía en socorro de los godos al grito de “¡Santiago y cierra España”. Se comprende que Santiago fuese el héroe-santo más enaltecido por el régimen de Franco, quien siempre acudía a la ofrenda al patrón de España, uno de los principales símbolos de la dictadura, aunque ahora Franco no combatía a los invasores musulmanes, sino a los españoles “rojos”, contra los que incluso empleó a soldadesca mercenaria marroquí. Durante mucho tiempo se conoció al santo como Santiago Matamoros (este apodo sigue existiendo en España como apellido). Ahora, con las “buenas” relaciones entre Madrid y Rabat y con la presencia de más de un millón de musulmanes en España se ha ido desterrando lo de Matamoros.
Se puede pensar lo que se quiera sobre la leyenda de Santiago (lo más probable es que los huesos que se guardan en Santiago de Compostela ni siquiera sean los del santo, pero ¿qué más da?). Lo principal es que hasta nuestros días continúa la tradición de la peregrinación a Compostela por el Camino, que arranca de los más diversos y remotos lugares de Europa. Según la tradición, el Camino sigue la dirección de la Vía Láctea, qie servía de orientación a los peregrinos. He hablado con una peregrina alemana que me ha confirmado, con su experiencia personal, que el Camino puede cambiar a las personas. El impacto de la peregrinación a Santiago de Compostela en mi amiga, una intelectual, lo he visto personalmente. Los peregrinos hacen el camino por las más variadas razones. Unos en busca de aventuras, otros por religiosidad, otros huyendo del materialismo y buscando lo espiritual, otros para encontrarse a sí mismos, dejando cargos y puestos, y ser quienes son realmente. Y común en todos es lo saludable del caminar, sobre todo contra el estrés que nos atenaza. En cuanto a las leyendas y los milagros, nadie nos obliga hoy a creer en ellos.
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