Un día, estando yo en un bar en Alemania, entró un joven para comprar cigarrillos. El tabernero le preguntó de dónde venía, si era español. El joven contestó casi ofendido: “No. Soy catalán”.
Nunca he entendido el desprecio que siente una minoría de vascos y catalanes por España. Es como si se avergonzaran de ser españoles. Ya Pío Baroja sentía un no disimulado desdén por los españoles meridionales. Nos consideraba moros. Lo mismo le ocurría al pensador español. José Ortega y Gasset, que en sus escritos manejó la teoría de que España sería diferente, mejor, si no hubiesen fracasado los godos, aplastados por los árabes. A Baroja y a Ortega y Gasset les iba lo germánico. Por entonces no se sabía que no existió nunca un pueblo germánico y menos indogermánico (arios), sino pueblos indoeuropeos. Según expuse en otro lugar, los tristemente famosos “arios” fueron una tribu en un apartado rincón de Persia. De todas formas, para una aproximación a la ”problemática” española conviene leer el libro de Ortega “España invertebrada”.
No sé de dónde viene esa vergüenza de esas minorías vasca y catalana de ser españoles. Se pongan como se pongan, El País Vasco (Euzkadi) y Cataluña (Catalunya) están sitos en un territorio más amplio llamado España y forman parte de su geografía y de su Historia. Los hechos históricos condujeron a la existencia de una nación independiente, Portugal, pero la Historia “quiso” que Galicia, Asturias, Cantabria, el País Vasco, Navarra, Aragón, la Rioja, Cataluña, Castilla-León y Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura, así como Murcia, Valencia y Andalucía (sin olvidar a las Baleares y las Islas Canarias, y el caso especial de Ceuta y Melilla), permanecieran juntos y formasen juntos lo que hoy conocemos como España. Cuatro gatos independentistas no pueden cambiar el pasado ni violentar el presente.
Los franceses se sienten orgullosos de ser franceses. Incluso los alsacianos, cuya lengua materna es como un dialecto del alemán, tienen a mucha honra ser franceses, sobre todo los jóvenes. Un jubilado alsaciano, con quien coincidí en un tren a Estrasburgo, se lamentaba de que pronto desaparecería el alsaciano, porque la juventud alsaciana sólo quería hablar francés. Consideraban al alsaciano como una lengua de campesinos, de paletos. Yo mismo lo he comprobado. En las calles y establecimientos de la capital de Alsacia solamente se oye hablar francés. ¿Por qué no puede ser lo mismo en España? Que no se me entienda mal: como lingüísta defiendo toda lengua. Vascos y catalanes tienen perfecto derecho a sus lenguas vernáculas, pero también al castellano..
Tal vez la clave del enigma esté en que a los españoles nos falta un proyecto atractivo de vida en común. “España es una unidad de destino en lo universal”, dijo José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la siniestra Falange. Se equivocaba. Desgraciadamente, la España periférica nunca ha querido ser esa “unidad de destino”, por considerarse distinta, mejor, superior al resto de los españoles. Como objetivamente no tienen nada que aducir a favor de ese complejo de superioridad (que en el fondo es un complejo de inferioridad), se agarran a la lengua vernácula como sustento de su identidad. Pero una lengua no es una identidad, sino parte de la identidad, resultado de las circunstancias que rodean al individuo. Lo quieran o no, la identidad actual de vascos y catalanes (una minoría, repito) es ser parte de España, compartir su Historia y colaborar desde el presente en su futuro. Si España tiene un problema, éste es que carecemos de un proyecto común atractivo, como lo han tenido siempre los franceses. Ha bastado con el triunfo de La Roja en el Mundial para que, de pronto, surgiera un sentimiento panespañol en toda España y para que la juventud enarbolara con entusiasmo y orgullo la bandera española. Cuidado: no estoy queriendo ahora fomentar el nacionalismo, la gran pesadilla de Europa hasta el siglo XX, cuando culminó dramáticamente en toda su fuerza demoníaca-destructiva. Lo que intento es contestarme a mí mismo por qué se rechaza en España lo nacional/español por parte de las mencionadas minorías. Necesitamos algo más que el fútbol y otros deportes, en los que España es líder, para querer ser españoles y que un vasco o un catalán pueda decir: “Sí, soy español y catalán (o vasco)” o viceversa: “Soy catalán (vasco) y español”. ¡Cuántos conflictos, cuántos quebraderos de cabeza y cuántos desgarramientos internos nos ahorraríamos!
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