Gran cabreo en la minoría nacionalista catalana. El Tribunal Constitucional (TC), después de largo y difícil parto, ha declarado anticonstitucionales los dos puntos fundamentales del “Estatut”: “Cataluña es una nación” y la imposición del catalán como primera lengua en Cataluña.
El gobierno autonómico catalán ya venía cuatro años aplicando el “Estatut”, aprobado en un referéndum en el que sólo participó el 40% de los catalanes con derecho a voto. Ya se ve lo que le importa a la mayoría de la sociedad catalana estos jueguecitos independentistas, de los que son protagonistas catalanes de importación, como Carod -Rovira (ERC), nacido en Aragón, o el presidente de la Generalitat, José Montilla (PSC/PSOE), oriundo del sur de España. La mayoría de los catalanes, como el resto de los españoles, están más preocupados por el trabajo diario y por ver cómo llegan a finales de mes.
Ahora, la minoría nacionalista catalana convocará una serie de manifestaciones “del pueblo catalán” (40%) para protestar contra la decisión de TC, que lo más seguro es que hagan el ridículo.
Cataluña no es una nación como España o Francia. Perdió el tren de la historia. Cataluña es una autonomía, que con el estatuto señalado por el TC, goza del máximo de independencia dentro de la Nación, que es históricamente España. Es grotesco que ahora que comienzan a gotear en Portugal opiniones favorables a una unión del país luso a España, una minoría nacionalista quiera convertir subrepticiamente a Cataluña en una nación independiente, que nunca ha sido.
En cuanto a la venerable y venerada lengua catalana nos merece todos los respetos e interés, como una más de las riquezas culturales que posee España. Pero privar a los catalanes de dominio de la lengua mundial, el castellano, no es sólo una barbaridad, sino una estupidez. Cataluña es bilingüe. Ahí reside uno de sus méritos, que la abren, como al resto de España, al continente Hispanoamericano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario