Autor:
Manuel Navarro Lamolda
Fuente:
Autor
Fecha:
29/07/2010
Enlace:
http://www.laicismo.org/
(...)
Quienes superan los cincuenta años no les será difícil recordar el calendario festivo del franquismo. Estaba lleno de efemérides propias del nacional-catolicismo impuesto por el golpe militar y la dictadura militar que arrasó el orden constitucional de la República. Aunque ahora haya quienes pretenden mantener en el olvido la memoria de las víctimas de aquellos años.
Un calendario de festividades que llenaban a partes iguales los eventos fascistas: Alzamiento Nacional, Día del Caudillo, Día de la Victoria, Día de la Raza,… como las fiestas católicas desde la Purísima a la Asunción, pasando por Santiago, San José, San Pedro, el Corpus, amén de las más significativas de Navidad, Reyes o la Semana Santa, donde la Guardia Civil se encargaba de mantener los bares cerrados y el silencio y recogimiento propio de la celebración eclesiástica.
En efecto, no estamos en los años 60, pero la huella de la connivencia del trono y el altar no parecen haber desaparecido. El propio desarrollo económico obligó a limitar tanta fiesta, y ante los nuevos dioses, no hay religión que se le resista.
La iglesia sigue manteniendo los privilegios otorgados por el Concordato de 1953, en pleno franquismo, desarrollados y “adaptados” por los Acuerdos de 1976 y 1979, que cuando menos son preconstitucionales, pues se firmaron tan sólo unos días después de aprobarse la Constitución de 1978. Algunos, incluidos juristas y expertos constitucionalistas, entendemos que son claramente inconstitucionales y que deben derogarse directamente o conforme al Tratado de Viena si se pretende ser más diplomático.
El Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos en su artículo III establece que de mutuo acuerdo se establecerán las fiestas católicas que serán festivas a todos los efectos. Así el Real Decreto 2819/1981 que regula el calendario de fiestas laborales incluye seis fiestas católicas obligatorias y otras cinco de segundo rango (Reyes, Santiago; S.José, el Corpus y S.Pedro) por si quedaran huecos para completar las doce fiestas anuales de carácter general, apare de las dos locales.
Resultado: en una sociedad plural como pueda ser la española del siglo XXI, las fiestas religiosas superan el 60 o 70 por ciento, y si añadimos las locales, el porcentaje puede ser del 70 o el 80%. Algo más propio de una sociedad medieval.
Sabemos que muchas de estas fiestas no son más que la santificación por parte de la iglesia católica de las antiguas fiestas, que tenían un sentido de alborozo colectivo para festejar los grandes acontecimientos vitales para las sociedades agrarias. Así el 25 de diciembre no es más que la recuperación de las festividades al nacimiento del Sol tras el solsticio de invierno que celebraba el mitraismo. Y así se puede seguir con las de primavera… Fiestas por tanto que tenían un sentido para toda la comunidad, que ensalzaban unos valores y aspectos con repercusión para el conjunto de aquella sociedad.
Hoy, siglos más tarde, vemos como la mayoría de las celebraciones no están relacionadas con hechos o eventos relevantes para toda la comunidad, o que traten de enaltecer los valores comunes. Porque no se trata de incluir una festividad musulmana, judía, evangélica, budista o atea. Seguiría privilegiándose una opción particular frente a los valores comunes de toda la ciudadanía: la justicia, la libertad, la solidaridad, la paz, la democracia,…
No hay comentarios:
Publicar un comentario