José Montilla, presidente de la Generalitat y miembro del PSC, versión catalana del PSOE, intenta ahora negociar con el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero (también PSOE), el precio de la burra. La burra es el ya famoso Estatut de Cataluña, que ya está vigente en aquella autonomía, y es tomado allí al pie de la letra, sobre todo por lo que respecta a la prioridad del catalán sobre el castellano. El franquismo fue nefasto para la convivencia del País Vasco y de Cataluña con el resto de España. El dictador fue un separatista centralista españolista. Llegó a prohibir el catalán (y el euskera), penando con sustanciales sanciones su uso. Además, los insultos que tuvieron que soportar los catalanohablantes (como los hablantes del euskera), son similares a las calumnias de los tiempos de la Inquisición contra los llamados herejes. Cualquier imbécil de guardia, policía o falangista podía espetarle impunemente a la cara a un catalán de solera: “¡Habla en cristiano, perro!” Hay generaciones de catalanes que saben hablar su lengua materna, pero no pueden escribirla, por estar prohibida su enseñanza en las escuelas. ¿Vamos por eso a invertir los términos y relegar el castellano a una segunda lengua, enseñada y aprendida con desgana? Lo he escrito en muchas ocasiones: la riqueza de Cataluña estriba en su bilingüísmo. Sus universidades atraían a numerosos extranjeros para aprender español y estudiar la cultura española. Hace poco, hablé con un amigo alemán que recordaba sus tiempos en Barcelona. Mi amigo, Günther, habla perfectamente el catalán y el castellano. Günther me comunicó cuánto, a su parecer, había descendido el nivel del conocimiento del castellano entre los jóvenes catalanes. ¿Se quiere suprimir el castellano y reemplazarlo por el inglés? Hay que recordar a los responsables de Educación que el castellano también es lengua mundial, imprescindible asimismo para un catalán en el mundo económico y tecnológico global de nuestros días.
Hasta el momento no se sabe qué concesiones hará Zapatero para aplacar a nacionalistas, independentistas, separatistas y al PSC de Montilla, que no quiere quedarse atrás en la carrera por la soberanía. Zapatero tiene pocos resquicios. Cataluña (al igual que el País Vasco) no es una nación, nunca lo ha sido y no vamos aquí ahora a remover la historia de Cataluña con sus héroes (el famoso Wifredo el Velloso, en catalán Guifré el Pilós), y con su dependencia de Aragón, su proyección hacia el Mediterráneo oriental (Roger de Laura con sus almogávers)…; todo, Historia que se enmarca en la antiquísima y densa Historia de Iberia, Hispania o España.
No es cierto lo que afirma Montilla y repiten los demás dirigentes catalanes, que el Estatut haya reflejado la voluntad de toda la sociedad catalana. Lo cierto es que la participación fue bastante pequeña (un 40%) y que a favor del Estatut votó un 28%.
Una nación necesita relacionarse con las otras naciones. Me parece que a los autores del Estatut se les olvidó establecer un ministerio de Asuntos Exteriores, a través del cual, en el futuro, Barcelona negociaría con el Palacio de Santa Cruz en Madrid.
Aberrante. Sencillamente aberrante.
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