Con el júbilo y el clamor de las muchedumbres ensalzando a La Roja, (que ha escrito un glorioso capítulo del fútbol español convirtiendo a España en campeona mundial), en sus ojos y sus oídos, y concluida la grandiosa fiesta de San Fermín, hoy comienza para José Luís Rodríguez Zapatero una semana de órdago, en la que tendrá que exhibir sus dotes de estratega político e imponerse a un adversario que sólo da cera al Gobierno –es decir, palos- y. en primer lugar al presidente del Ejecutivo, Zapatero, llegando a la desfachatez de decir que “Zapatero es el problema”. ¿No serán Rajoy y el PP de Aznar el problema?
En el debate sobre el estado de la Nación, algunos esperan que Rajoy siga los consejos de su compañera conservadora alemana, Angela Merkel y cambie de táctica. No se puede llegar a ser un partido creíble si su jefe solamente limita su acción política a decir NO. Durante el debate sobre el estado de la Nación, el pueblo español quiere saber qué ha hecho mal Zapatero y que haría mejor Rajoy, si consiguiera dirigir el Gobierno con el PP. Algo habrá hecho Zapatero de bueno, pienso, y lo malo puede exponerse en un tono objetivo, sin insultos personales ni demonizaciones del adversario. En el debate, Rajoy tendrá sobrada oportunidad de poner de manifiesto los errores del líder socialista y ganarse a los futuros electores. Rajoy tiene incluso una oportunidad: la de presentar una moción de censura contra Zapatero, que de ganarla, le abriría por fin las anheladas puertas de La Moncloa. Pero Mariano Rajoy, aun asistido por sus dos “ángeles”, tiene miedo a fracasar, con lo cual se esfumarían sus ilusiones de ser presidente del Gobierno antes de concluir esta legislatura. Si no fuese tan precaria la situación del PSOE en el Congreso, Zapatero podría pedir el voto de confianza y de ganarlo enterrar hasta las próxima elecciones a ese esperpento político en que se ha ido convirtiendo Mariano Rajoy, pupilo de Fraga y de Aznar.
Pero a partir de mañana, la situación del presidente del Gobierno se convierte en un duro partido de fútbol (en realidad podría ser sólo de futbolín, si reinase la sensatez). El presidente de la Generalitat, Montilla, quiere tratar con González que se reparen los daños en el orgullo nacionalista catalán causados por la sentencia del Tribunal Constitucional, que rechaza algunos puntos esenciales del Estatut, así que Cataluña sea una nación, tenga soberanía y que la lengua catalana sea antepuesta al castellano. En medio de la fiebre del mundial, unos centenares de miles de catalanes se manifestaron por el Estatut y contra la sentencia del Constitucional.
Se podrían escribir muchos libros sobre la actual Constitución, y la Constitución que hoy sería más conforme con la situación española. Si la oposición democrática española hubiese sido más robusta, algunos artículos de la constitución rezarían de otro modo. España sería un Estado federal (aunque muchas comunidades autónomas tienen en la práctica más atribuciones que, por ejemplo, los länder (estados federados) alemanes, pero se sienten más controladas por el Gobierno central. Tendría que desaparecer la figura del delegado del Gobierno (que recuerda a los gobernadores civiles de Franco) para sustituirla, como en Alemania, por el representante permanente del land en la Federación (en este caso en Madrid), encargado de velar por los intereses de su región, es decir, una especie de embajador. El federalismo no resta patriotismo: un bávaro se siente en primer lugar bávaro, pero también alemán hasta el fondo de su alma. Otra cosa que no tendría que figurar en la Constitución es el concepto gaseoso de aconfesional. El Estado español es y debe ser laico. España es el único país de Europa donde la Iglesia católica detenta un exagerado poder de ingerenncia en la sociedad civil.
En fin. Después del campeonato mundial y los sanfermines, a partir de hoy se le presenta ardua la semana a José Luís Rodríguez Zapatero. ¡Que venga el pulpo!
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