martes, 20 de marzo de 2012

Pincelada: Todos se apuntan a la "Pepa"


Cádiz se vistió ayer de fiesta para celebrar el bicentenario de la Constitución de Cádiz, la “Pepa”. Se la llamó así precisamente porque fue promulgada el 19 de marzo, día de San José.

Hay mucho mito alrededor de ese hecho histórico que, desgraciadamente, debido tanto a la particular idiosincrasia de nuestro pueblo como a las especiales circunstancias políticas, no logró cambiar a esta nuestra España como se hubiese merecido.

Aunque no tengo la intención de dar aquí una clase de Historia, considero que no estaría de más matizar la realidad política de la época que culminó en la efímera Constitución de Cádiz de 1812.

Vayamos por partes. El 17 de marzo de 1808 tuvo lugar el “motín de Aranjuez”. El pueblo, harto del inepto Rey borbón Carlos IV, de su disoluta esposa, la reina consorte María Luisa, de su amante preferido, Manuel Godoy (más conocido entre el pueblo llano como “el choricero”) y de todos sus despilfarros, asaltó el palacio donde mantenían su corte y exigió la destitución inmediata de Godoy. El Rey, pensando probablemente en la todavía reciente Revolución Francesa, que había costado la vida a la mayor parte de sus parientes, no se lo pensó dos veces y aceptó sacrificar al Primer Ministro y abdicar en favor de su hijo, Fernando.

Voy aquí a omitir las posteriores constantes peleas entre padre e hijo, que se disputaban sin decoro alguno el trono de España. Los rifirrafes adquirieron tal magnitud que llegaron a oídos de Napoleón I, lo que que le llevó a tomar la equivocada decisión de invadir nuestro país y nombrar Rey a su hermano José. Y digo equivocada porque Napoleón no contó con la vena anarco-estúpida de nuestros compatriotas que son capaces de aguantar carros y carretas de sus propios políticos pero que, sin embargo, no toleran que se les quiera colonizar (de lo que quedan, desde luego, excluidas todas las civilizaciones anteriores que pusieron su sandalia en esta tierra que todavía no se llamaba España).

Entre pelea y pelea, el 2 de mayo de 1808 Carlos IV se retractó de su abdicación y recuperó la corona y se la cedió (¿regaló?) a Napoleón. Ese mismo día, el alcalde de Móstoles (un pueblecito cercano a Madrid) al enterarse de que los infantitos, hijos de Fernando, partían hacia el exilio, publicó un bando incitando a la rebelión contra el invasor, que era también una petición de auxilio a todos los alcaldes españoles, que rezaba así: "La Patria está en peligro. Madrid perece víctima de la perfidia francesa. Españoles acudid a salvarla. Móstoles 2 de mayo de 1808".

El clero español, consciente de que con José I (que quería proclamar un estado laico) no le iba a ir tan bien como con la corrupta monarquía borbónica, se hizo inmediatamente eco de ese llamamiento y azuzó al analfabeto pueblo llano, tan fácil de dejarse influenciar cuando los demagogos les tocan su fibra más sensible o patriotera. De poco sirvió que pocos días más tarde, Fernando renunciase también a su derecho al trono, con lo cual, automáticamente, Napoleón se convertía legítimamente en rey de España. Napoleón, a su vez, cedió la corona a su hermano José, pero por mucha legitimidad que tuviese, para los españoles los “gabachos” eran unos usurpadores. Sólo los más ilustrados eran conscientes de que, 108 años antes, otro francés nacido en Versalles, Felipe Duque de Anjou, había sido el primer Borbón en ascender al trono de España bajo el nombre de Felipe V (o sea que los españoles estaban y estamos siendo gobernados por una dinastía de “gabachos”).

Todos a quienes nos gusta la Historia sabemos que antes de “la Pepa” existió una Constitución de corte napoleónico mucho más avanzada todavía. Les estoy hablando de la Constitución de Bayona del 8 de julio de 1808, redactada por el propio Napoleón, basada en los principios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad y avalada por 93 españoles progresistas. Los mismos a los que se persiguió con saña cuando el innoble Fernando, tras el fracaso francés de la Guerra de la Independencia, regresó del exilio y accedió al trono con el nombre de Fernando VII. Eran los “afrancesados”.

Los desmanes del ruin Fernando VII son harto conocidos. De hecho, una de las primeras cosas que hizo cuando recuperó el trono tras la firma del tratado de Valençay fue cargarse la Constitución de Cádiz. Y eso que la supuestamente tan liberal “Pepa” contenía pasajes como: "La persona del rey es sagrada e inviolable, y no está sujeta a responsabilidad" o "La religión de la nación es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra."

Por eso, me ha hecho mucha gracia oír los discursos de don Juan Carlos y de Mariano Rajoy alabando las bondades de la Constitución de Cádiz de 1812. El de Su Majestad, porque es un Borbón, descendiente directo del vil Fernando VII, el mismo que la derogó después de apenas dos años de vigencia. Y el de Mariano Rajoy, porque pertenece a un grupo político heredero de las ideas de los entonces llamados “serviles” (conservadores retrógrados, partidarios de que todo siguiese igual), que andaban continuamente a la greña con los “liberales” (cultos, modernos y deseosos de un cambio para que el país pudiese avanzar y desvincularse de su incultura atávica).

Aunque en honor de la verdad convendría añadir que, bien que sin disculparse abiertamente por las infamias de su antepasado Fernando VII, de las que sólo ese abyecto monarca fue en su época responsable (no en vano se le conoce también como el “Rey Felón”), Su Majestad supo medir muy bien sus palabras al subrayar que “en tiempos de lucha como los que se vivieron en España en 1812, la Nación estuvo muy por encima de sus máximas autoridades y destacó por su dignidad, su heroísmo y su generosidad". Una declaración que le honra y que demuestra una vez más que don Juan Carlos sabe estar siempre a la altura de las circunstancias.
Margarita Rey

1 comentario:

  1. Muy buena la pincelada. Una síntesis histórica muy ilustrativa y valiente

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