De momento, Monsieur Vincent pasará bastante tiempo sin probar las judías verdes enlatadas. Y no es para menos. Vincent Kluska, de 24 años, vecino de Annemasse, una pintoresca localidad alpina junto a la frontera suiza, se disponía a prepararse unas judías salteadas con jamón cuando, al añadir las judías verdes al sofrito, se encontró con la desagradable y más bien repugnante sorpresa de que la verdura ya tenía carne: una cabeza de ratón con pelos y bigote.
Inmediatamente, puesto que el hallazgo le había cortado el apetito, hizo un paquetito con la lata, las judías (con la cabeza de ratón incluida) y se lo envió con una carta al departamento de atención al cliente de la gran cadena de supermercados C., donde había comprado la conserva de marras.
Entretanto, se ha abierto una investigación interna sobre este asunto, pero de poco le servirá al pobre Sr. Kluska. Con investigación o sin ella, nadie le quitará la sensación de asco y repelús que sintió al ver caer los restos del cadáver de ratón en la sartén.
Inmediatamente, puesto que el hallazgo le había cortado el apetito, hizo un paquetito con la lata, las judías (con la cabeza de ratón incluida) y se lo envió con una carta al departamento de atención al cliente de la gran cadena de supermercados C., donde había comprado la conserva de marras.
Entretanto, se ha abierto una investigación interna sobre este asunto, pero de poco le servirá al pobre Sr. Kluska. Con investigación o sin ella, nadie le quitará la sensación de asco y repelús que sintió al ver caer los restos del cadáver de ratón en la sartén.
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