La verdad es que Esperanza Aguirre siempre consigue sorprendernos con sus decimonónicas declaraciones. Primero fue su llamamiento fuera de lugar a no seguir la huelga y acudir al trabajo, al tiempo que invitaba a denunciar, fotografiar y grabar cualquier acto de violencia o coacción de los piquetes y a colgar en las redes sociales imágenes de esos actos, mucho antes de que la reivindicación laboral comenzase.
Sobre lo segundo se puede discutir, aunque no creo que nadie en plena posesión de sus facultades mentales esté de acuerdo en utilizar métodos violentos para la consecución de una meta, por muy justa que ésta sea (me estoy refiriendo, por supuesto, a sistemas democráticos). Sin embargo, por lo que respecta al derecho a la huelga, habría que recordarle a doña Espe que el derecho de huelga está reconocido como un derecho fundamental en el artículo 28.2 de la Constitución española. En concreto, este precepto constitucional establece que “se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses”.
A mi modo de ver, y aquí estoy totalmente de acuerdo con los sindicatos, Esperanza Aguirre ha demostrado una total falta de sensibilidad y un peculiar sentido de entender las leyes que protegen los derechos de los trabajadores, que tanto ha costado conseguir.
Pero la guinda al pastel la puso la condesa consorte de Murillo al criticar a los sindicatos por manifestarse en la Puerta del Sol "como si fuera la Bastilla". Según sus propias palabras: "Estos sindicatos caerán como el muro de Berlín".
En una entrevista en ABC Punto Radio, Aguirre tuvo el descoco de manifestar “que los españoles están a otra cosa" y que "lo último que necesita España es una movilización política y, por tanto, ilegal". Y añadió: "Es como los pirómanos que se quejan de que vengan los bomberos". No contenta con esto, se permitió de tildar a los sindicalistas, de "antipatriotas" que querían convertir a "España en Grecia".
Ante estos despropósitos, hasta el más lerdo comprenderá que para Esperanza Aguirre el sindicalismo es algo superado y desfasado. En mi opinión, los empresarios hablan por boca de la aprendiz de Mrs. Thatcher, Sra. Aguirre, que han visto en esta crisis un intento de desmantelar los logros conseguidos a fuerza de sangre, sudor y lágrimas a lo largo de la triste Historia de nuestra España, hasta conseguir que se viesen reflejados en nuestra Constitución.
Con la excusa de la crisis, nuestro empresariado, que nunca se ha distinguido por su amplitud de miras ni por su ética fiscal (principales motivos que nos han llevado a la crisis que estamos viviendo en la actualidad), ven ahora llegado el momento de apretar las tuercas a los trabajadores.
Ante 5.000.000 de parados, cualquiera se atreve a rechistar si lo que está en juego es un puesto de trabajo para que la familia pueda llevarse algo a la boca, aunque no alcance a llegar a fin de mes.
Y, para parafrasear a otro siniestro personaje político del otro bando, a Alfonso Guerra, el mensaje, no muy sutil pero efectivo, de doña Espe no es otro que el conocido: “el que se mueve no sale en la foto”. Únicamente que la Sra. Aguirre no se refiere a ciertos politiquillos, sino a toda la clase trabajadora de España.
Margarita Rey
Sobre lo segundo se puede discutir, aunque no creo que nadie en plena posesión de sus facultades mentales esté de acuerdo en utilizar métodos violentos para la consecución de una meta, por muy justa que ésta sea (me estoy refiriendo, por supuesto, a sistemas democráticos). Sin embargo, por lo que respecta al derecho a la huelga, habría que recordarle a doña Espe que el derecho de huelga está reconocido como un derecho fundamental en el artículo 28.2 de la Constitución española. En concreto, este precepto constitucional establece que “se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses”.
A mi modo de ver, y aquí estoy totalmente de acuerdo con los sindicatos, Esperanza Aguirre ha demostrado una total falta de sensibilidad y un peculiar sentido de entender las leyes que protegen los derechos de los trabajadores, que tanto ha costado conseguir.
Pero la guinda al pastel la puso la condesa consorte de Murillo al criticar a los sindicatos por manifestarse en la Puerta del Sol "como si fuera la Bastilla". Según sus propias palabras: "Estos sindicatos caerán como el muro de Berlín".
En una entrevista en ABC Punto Radio, Aguirre tuvo el descoco de manifestar “que los españoles están a otra cosa" y que "lo último que necesita España es una movilización política y, por tanto, ilegal". Y añadió: "Es como los pirómanos que se quejan de que vengan los bomberos". No contenta con esto, se permitió de tildar a los sindicalistas, de "antipatriotas" que querían convertir a "España en Grecia".
Ante estos despropósitos, hasta el más lerdo comprenderá que para Esperanza Aguirre el sindicalismo es algo superado y desfasado. En mi opinión, los empresarios hablan por boca de la aprendiz de Mrs. Thatcher, Sra. Aguirre, que han visto en esta crisis un intento de desmantelar los logros conseguidos a fuerza de sangre, sudor y lágrimas a lo largo de la triste Historia de nuestra España, hasta conseguir que se viesen reflejados en nuestra Constitución.
Con la excusa de la crisis, nuestro empresariado, que nunca se ha distinguido por su amplitud de miras ni por su ética fiscal (principales motivos que nos han llevado a la crisis que estamos viviendo en la actualidad), ven ahora llegado el momento de apretar las tuercas a los trabajadores.
Ante 5.000.000 de parados, cualquiera se atreve a rechistar si lo que está en juego es un puesto de trabajo para que la familia pueda llevarse algo a la boca, aunque no alcance a llegar a fin de mes.
Y, para parafrasear a otro siniestro personaje político del otro bando, a Alfonso Guerra, el mensaje, no muy sutil pero efectivo, de doña Espe no es otro que el conocido: “el que se mueve no sale en la foto”. Únicamente que la Sra. Aguirre no se refiere a ciertos politiquillos, sino a toda la clase trabajadora de España.
Margarita Rey
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