A un hombre que es conocido por sus numerosas aventuras amorosas, es decir que es un promiscuo compulsivo, se le llama “casanova”. Pero, ¿cómo denominaríamos a un caballo de raza que, año tras año, se dedica a montar yeguas con el fin de procrear? En principio, a ese raro y valioso ejemplar se le llama “semental”. Y esos preciados animales gozan de tal fama, en lo que a potencia sexual se refiere, que incluso algunos actores se atreven a utilizarlos como apellido en su nombre artístico (¿les suena “stallone”, vocablo inglés para semental?).
A lo que voy. Nos acaba de dejar víctima de un infarto una leyenda en el mundo equino de nuestro país: el semental de 18 años “Dyhim Diamond”. El infortunado cuadrúpedo falleció repentinamente cuando se disponía a montar a una yegua también famosa (la inocente causante del sobreesfuerzo se llama “Castalia” y fue en su día ganadora del Gran Premio de San Sebastián).
Este prodigio de 18 años tenía un árbol genealógico con un pedigrí que se remontaba por parte de padre al legendario “'Darley Arabian”, uno de los tres sementales de los que surgió hará unos trescientos años nada menos que el fabuloso “pura sangre” inglés.
“Dyhim Diamond” fue un caballo de carreras español de renombre internacional. Se retiró de la competición a finales de los años 90 después de haber ganado innumerables certámenes. A partir de ahí se dedicó a cubrir yeguas de raza. Vivía una vida de lujo en su confortable establo pero, eso sí, a cambio de montar cada año entre 40 y 50 yeguas al año. Su buen hacer y experiencia le aseguraban un acercamiento sin problemas: ninguna hacía remilgos ni ofrecía resistencia a la hora del apareamiento. Era un auténtico hidalgo entre sus semejantes.
Desde que se jubiló de la vida de corredor activo, tuvo 145 hijos (sin contar los vástagos póstumos que puedan nacer en el curso de este año, fruto de uniones que tuvieron lugar en 2011). Muchos de ellos han conseguido grandes éxitos en los hipódromos nacionales y extranjeros. Sin ir más lejos, el año pasado compitieron en España 51 descendientes del gran campeón y vencieron en 33 carreras. Entre ellos cabe destacar a “Bannaby”, doble ganador de la Copa de Oro de San Sebastián y también de un Grupo I en el archiconocido hipódromo francés de Longchamp.
Si les desvelamos que el propietario del supercaballo, la finca Haras de Ulzama, cobraba por cada novia que el semental cubría la nada despreciable cantidad de 3.000 euros, se podrán imaginar que, al pesar por la muerte del animal, se une la tristeza por la pérdida de tamaños ingresos. Esto, sumado a la venta en subasta de los potros descendientes de “Dyhim Diamond” nacidos en la propia finca (que podrían ser de unos 250.000 euros anuales), hace que los pronósticos sobre las posibles ganancias de Las Haras de Ulzama en este año 2012 sean bastante pesimistas.
Si hubiese un cementerio de caballos, en la lápida de “Dyhim Diamond” se podría seguramente leer: “Cumplió hasta el final con sus obligaciones. Sus parejas nunca le olvidarán".
A lo que voy. Nos acaba de dejar víctima de un infarto una leyenda en el mundo equino de nuestro país: el semental de 18 años “Dyhim Diamond”. El infortunado cuadrúpedo falleció repentinamente cuando se disponía a montar a una yegua también famosa (la inocente causante del sobreesfuerzo se llama “Castalia” y fue en su día ganadora del Gran Premio de San Sebastián).
Este prodigio de 18 años tenía un árbol genealógico con un pedigrí que se remontaba por parte de padre al legendario “'Darley Arabian”, uno de los tres sementales de los que surgió hará unos trescientos años nada menos que el fabuloso “pura sangre” inglés.
“Dyhim Diamond” fue un caballo de carreras español de renombre internacional. Se retiró de la competición a finales de los años 90 después de haber ganado innumerables certámenes. A partir de ahí se dedicó a cubrir yeguas de raza. Vivía una vida de lujo en su confortable establo pero, eso sí, a cambio de montar cada año entre 40 y 50 yeguas al año. Su buen hacer y experiencia le aseguraban un acercamiento sin problemas: ninguna hacía remilgos ni ofrecía resistencia a la hora del apareamiento. Era un auténtico hidalgo entre sus semejantes.
Desde que se jubiló de la vida de corredor activo, tuvo 145 hijos (sin contar los vástagos póstumos que puedan nacer en el curso de este año, fruto de uniones que tuvieron lugar en 2011). Muchos de ellos han conseguido grandes éxitos en los hipódromos nacionales y extranjeros. Sin ir más lejos, el año pasado compitieron en España 51 descendientes del gran campeón y vencieron en 33 carreras. Entre ellos cabe destacar a “Bannaby”, doble ganador de la Copa de Oro de San Sebastián y también de un Grupo I en el archiconocido hipódromo francés de Longchamp.
Si les desvelamos que el propietario del supercaballo, la finca Haras de Ulzama, cobraba por cada novia que el semental cubría la nada despreciable cantidad de 3.000 euros, se podrán imaginar que, al pesar por la muerte del animal, se une la tristeza por la pérdida de tamaños ingresos. Esto, sumado a la venta en subasta de los potros descendientes de “Dyhim Diamond” nacidos en la propia finca (que podrían ser de unos 250.000 euros anuales), hace que los pronósticos sobre las posibles ganancias de Las Haras de Ulzama en este año 2012 sean bastante pesimistas.
Si hubiese un cementerio de caballos, en la lápida de “Dyhim Diamond” se podría seguramente leer: “Cumplió hasta el final con sus obligaciones. Sus parejas nunca le olvidarán".
¡Adiós campeón!
Margarita Rey
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