jueves, 15 de marzo de 2012

Leído en la Prensa: "Colchón Bank"



Conocí hace años un curioso personaje del oficio cuyo proverbial sentido del ahorro le llevaba a las prácticas más inauditas si se trataba de economizar unas pesetillas. Había dejado de fumar (de lo suyo) y reciclaba cualquier objeto ‘encontrado’ en las mesas vacías pero cuando realmente daba la medida de su arte era los domingos a la hora del vermut. Vestidos de ir a misa con su mujer y sus hijas se reunían en la cocina del piso como si estuvieran en la plaza del barrio charlando de sus cosas tomando un txikito, e incluso, atacando unas aceitunas rellenas. Nuestro compañero de fatigas , sin embargo, no se quedaba ahí porque de antemano había repartido por las habitaciones algunos platitos con mejillones en escabeche o tortilla de patatas, así que la familia hacía la ronda del aperitivo a precio de ‘súper’, sin salir de casa pero recreando la ilusión de ir de bar en bar. Ellos se tomaban en serio la parodia y nosotros nos tronchábamos con semejante caricatura del poteo en aquel Bilbao de finales de los setenta. Con todo, nuestro colega llevaba al extremo la virtud del ahorro que había sido santo y seña de muchas generaciones.

En España se ahorraba y la pauta de conducta se transmitía de padres a hijos. Se ahorraba por si una enfermedad y para la vejez; por si el hijo necesitaba una mano o por si las moscas. Pero cuando empezó la época de las vacas gordas y el Estado de bienestar se ocupaba de las enfermedades, de la vejez y de subvencionar a los hijos nos hicimos más cigarras y menos hormigas. Y cuando nos hemos querido dar cuenta muchos no solo no pueden guardar sino que se ven abocados a la pesadilla del ahorrador: echar mano de su pequeño tesoro. «Se están comiendo los ahorros», se decía años ha, con una mezcla de pena y reproche de algunas familias que zarandeadas por la mala fortuna hacían cola en las casas de empeño.

Ahora el colchón del ahorro está amortiguando la dureza de la crisis. Eso los que tienen la suerte de poder rescatar sus dinerillos o de que estos no hayan menguado en las operaciones de inversión de alto riesgo con que las entidades financieras llevaron al huerto a muchos millones de clientes. Rescatar un plan de pensiones se ha convertido en una pesadilla. Otros se acuerdan de repente de aquel fondo de inversión que compraron a un empleado amigo del banco en los felices años del boom y cuando lo traducen en dinero líquido la mitad se ha ido por el desagüe de las comisiones. Por no hablar del escándalo de las acciones preferentes de fusiones bancarias comercializados abusivamente entre una clientela fiel y confiada pero que ahora no tienen ni garantía ni tienen liquidez. El miedo se está apoderando del personal, que ya no sabe qué hacer con los cuatro duros que tiene y por la noche acaba soñando con volver al ‘colchón bank’.

Fuente: La Voz Digital (lavozdigital.es)
Autor: Juan Carlos Viloria

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