En tertulias con periodistas alemanes en Múnich, siempre que hablamos de España me preguntan cómo se tiene organizada la sucesión. En primer lugar, la sucesión ya está organizada en la persona de don Felipe, Príncipe de Asturias. Pero en España no se da demasiada importancia a un tema que no parece actual.
Don Juan Carlos continúa su labor de síntesis de la sociedad española y de sus diferentes expresiones políticas, al margen de crispaciones, como la que tiene organizada el PP contra el PSOE. Si me preguntan qué preferiría yo, una república o una monarquía, yo me decanto por la monarquía constitucional democrática. Viendo el personal que corre por ahí, me espanta la idea de que determinados individuos pudieran llegar a ostentar el cargo de presidente de la república. No sé si en broma, se ha escrito alguna vez que Juan Carlos es un rey para los republicanos. Pues es verdad. Con Juan Carlos, los republicanos, y la izquierda en general, se ven respetados de igual a igual y curiosamente se han radicalizado menos que la derecha, que vive en constante talante guerracivilista.
El papel del Rey como referencia para todos los españoles, lo desempeña Juan Carlos impecablemente. Incluso la Iglesia nacionalcatólica, en cuyo seno se educó profundamente el monarca, se muestra muy discreta con su influencia en La Zarzuela.
Don Juan Carlos y doña Sofía saben que el pueblo les quiere. Son la mejor representación de la democracia en España y en el Extranjero.
El sucesor, Felipe, Príncipe de Asturias, está perfectamente preparado para cuando llegue el momento. Don Felipe pertenece a las jóvenes generaciones, con su joven esposa Doña Letizia, una ciudadana más que hoy es Princesa de Asturias, con lo cual Felipe ha entroncado con lo que aún, equivocadamente, llamamos pueblo, en vez de ciudadanía. La insultante y anacrónica expresión „plebeyo“ debería solamente usarse en manuales de Historia. Cada uno tiene su individualidad, por eso es ingenuo esperar que el Príncipe sea una copia de su padre. Si la derecha apaga sus calores, tergiversaciones y mentiras podríamos, a pesar de la crisis, tener una sensata vida política.
Don Juan Carlos continúa su labor de síntesis de la sociedad española y de sus diferentes expresiones políticas, al margen de crispaciones, como la que tiene organizada el PP contra el PSOE. Si me preguntan qué preferiría yo, una república o una monarquía, yo me decanto por la monarquía constitucional democrática. Viendo el personal que corre por ahí, me espanta la idea de que determinados individuos pudieran llegar a ostentar el cargo de presidente de la república. No sé si en broma, se ha escrito alguna vez que Juan Carlos es un rey para los republicanos. Pues es verdad. Con Juan Carlos, los republicanos, y la izquierda en general, se ven respetados de igual a igual y curiosamente se han radicalizado menos que la derecha, que vive en constante talante guerracivilista.
El papel del Rey como referencia para todos los españoles, lo desempeña Juan Carlos impecablemente. Incluso la Iglesia nacionalcatólica, en cuyo seno se educó profundamente el monarca, se muestra muy discreta con su influencia en La Zarzuela.
Don Juan Carlos y doña Sofía saben que el pueblo les quiere. Son la mejor representación de la democracia en España y en el Extranjero.
El sucesor, Felipe, Príncipe de Asturias, está perfectamente preparado para cuando llegue el momento. Don Felipe pertenece a las jóvenes generaciones, con su joven esposa Doña Letizia, una ciudadana más que hoy es Princesa de Asturias, con lo cual Felipe ha entroncado con lo que aún, equivocadamente, llamamos pueblo, en vez de ciudadanía. La insultante y anacrónica expresión „plebeyo“ debería solamente usarse en manuales de Historia. Cada uno tiene su individualidad, por eso es ingenuo esperar que el Príncipe sea una copia de su padre. Si la derecha apaga sus calores, tergiversaciones y mentiras podríamos, a pesar de la crisis, tener una sensata vida política.
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