Me declaro adicta a los mercadillos medievales, por su ambiente, su colorido y sus olores a canela, incienso y nardo. Pero hace poco se me encogió el alma. Entre ambientadores exóticos, jabones e inciensos había un puesto al aire libre dedicado a la cetrería. Ahí pude ver, ya que no admirar, a pobres aves rapaces, mugrientas, apolilladas y atadas a una cadena de poco más de un metro para que no pudiesen escapar a su triste destino. Rodeadas de hediondos excrementos por todas partes, esas tristes criaturas observaban a los pasantes con ojos vidriosos y apáticos como si estuviesen drogadas. En una pancarta se podía leer que cada dos horas tendría lugar una exhibición de halconería.
Según Wikipedia, “la cetrería es el arte de cazar con aves rapaces, especialmente con halcones, azores y otras aves de presa para la captura de especies de volatería o de tierra. Biológicamente se trata de una simbiosis (entre hombre y animal) en que ambas especies se benefician”. La cetrería fue una práctica muy extendida en la Edad Media, sobre todo entre la nobleza. El emperador Federico II de Hohenstaufen fue un gran experto en la materia que dejó plasmadas su gran experiencia en diversos tratados que, aunque escritos en latín, no han perdido su vigencia hasta hoy.
Varios siglos después, sería el gran defensor de los animales y uno de los mayores expertos mundiales en cetrería, el malogrado Félix Rodríguez de la Fuente, quien la definió como "la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo". En el mismo contexto, Félix Rodríguez de la Fuente, en una de sus magníficas obras, escribía: "El cetrero moderno es un hombre de espíritu sensible, de conocimientos naturales profundos y de espíritu proteccionista sumamente arraigado. Con la cetrería conquisté el respeto a la libertad de todos los seres vivos y la repugnancia más profunda ante lo que signifique dar muerte a un animal mediante los procedimientos ventajosos y poco deportivos empleados por tantos seres humanos”. Me pregunto cómo Rodríguez de la Fuente hubiese reaccionado de haberse encontrado en mi lugar. El pobre no podía saber por aquel entonces que también esas aves de presa, acostumbradas a cazar en libertad, iban algún día a convertirse a su vez en botín del engranaje adherente a nuestra sociedad de consumo y sus perversiones.
Se preguntarán por qué se me ha ocurrido precisamente hoy escribir sobre el tema de la cetrería, pero es que esta mañana, delante del súper, un vendedor ambulante me ha ofrecido un cupón de la ONCE dedicado al tema. Y es que el cupón del 11 de mayo de la ONCE tiene como lema la Cetrería, ya que esta modalidad de caza fue declarada a finales del pasado año por la UNESCO “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. El cupón está ilustrado con la imagen de un cetrero con su halcón sobre el puño, así como el logotipo de la Asociación Española de Cetrería y Conservación de Aves Rapaces (www.aecca.org). Cinco millones de cupones ayudarán a presentar en toda España a la cetrería como ejemplo de caza sostenible. La UNESCO declaró a la cetrería como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y reconoció los importantes valores sociales, culturales y medioambientales de esta ancestral actividad. Esperemos que esto sirva al menos para poner coto a espectáculos tan denigrantes como el que yo, muy a mi pesar, tuve que presenciar.
Margarita Rey
Según Wikipedia, “la cetrería es el arte de cazar con aves rapaces, especialmente con halcones, azores y otras aves de presa para la captura de especies de volatería o de tierra. Biológicamente se trata de una simbiosis (entre hombre y animal) en que ambas especies se benefician”. La cetrería fue una práctica muy extendida en la Edad Media, sobre todo entre la nobleza. El emperador Federico II de Hohenstaufen fue un gran experto en la materia que dejó plasmadas su gran experiencia en diversos tratados que, aunque escritos en latín, no han perdido su vigencia hasta hoy.
Varios siglos después, sería el gran defensor de los animales y uno de los mayores expertos mundiales en cetrería, el malogrado Félix Rodríguez de la Fuente, quien la definió como "la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo". En el mismo contexto, Félix Rodríguez de la Fuente, en una de sus magníficas obras, escribía: "El cetrero moderno es un hombre de espíritu sensible, de conocimientos naturales profundos y de espíritu proteccionista sumamente arraigado. Con la cetrería conquisté el respeto a la libertad de todos los seres vivos y la repugnancia más profunda ante lo que signifique dar muerte a un animal mediante los procedimientos ventajosos y poco deportivos empleados por tantos seres humanos”. Me pregunto cómo Rodríguez de la Fuente hubiese reaccionado de haberse encontrado en mi lugar. El pobre no podía saber por aquel entonces que también esas aves de presa, acostumbradas a cazar en libertad, iban algún día a convertirse a su vez en botín del engranaje adherente a nuestra sociedad de consumo y sus perversiones.
Se preguntarán por qué se me ha ocurrido precisamente hoy escribir sobre el tema de la cetrería, pero es que esta mañana, delante del súper, un vendedor ambulante me ha ofrecido un cupón de la ONCE dedicado al tema. Y es que el cupón del 11 de mayo de la ONCE tiene como lema la Cetrería, ya que esta modalidad de caza fue declarada a finales del pasado año por la UNESCO “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. El cupón está ilustrado con la imagen de un cetrero con su halcón sobre el puño, así como el logotipo de la Asociación Española de Cetrería y Conservación de Aves Rapaces (www.aecca.org). Cinco millones de cupones ayudarán a presentar en toda España a la cetrería como ejemplo de caza sostenible. La UNESCO declaró a la cetrería como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y reconoció los importantes valores sociales, culturales y medioambientales de esta ancestral actividad. Esperemos que esto sirva al menos para poner coto a espectáculos tan denigrantes como el que yo, muy a mi pesar, tuve que presenciar.
Margarita Rey
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