martes, 10 de mayo de 2011

Pincelada: Piedra miliar


¡Hay que ver la cantidad de expresiones que utilizamos en nuestro idioma, sobre todo escrito, que tienen una procedencia remota! En mi intento por encontrar el origen de dichos y locuciones, que usamos de vez en cuando sin pensar demasiado cómo y de dónde surgen, me he topado hoy con la voz “piedra miliar” que solemos emplear en el sentido de “marcar un hito”, es decir: un hecho o acontecimiento muy importante que constituye un antes y un después, un punto de partida en la vida de una persona o en el desarrollo de algún plan.

Como sabrán, los romanos eran maestros en construir redes viarias (lo que hoy llamaríamos carreteras). Roma era el centro del Imperio y, como tal, tenía que estar bien comunicada con el resto de sus posesiones. Así que se construyeron caminos, vías y calzadas a mansalva, siendo las más importantes las “vías principales”, por las que se desplazaban las legiones del hegemón cuando había que conquistar o poner paz en algún lugar más o menos remoto.

Para señalar las distancias, siempre partiendo de la capital del Imperio, los romanos tuvieron la genial idea de colocar las piedras miliares, también conocidas como miliarios o miliarias (del latín “miliarium”). Total, que esos indicadores fueron los predecesores del actual y humilde mojón, pero a lo grande, como todo lo que hacían los romanos, Por lo que las piedras miliares llegaron a tener hasta 4 metros de altura y 80 cm de diámetro, para que pudiesen ser divisadas desde lejos. En esos monolitos cilíndricos se habían esculpido diversas inscripciones, como por ejemplo, el nombre del emperador, bajo cuyo mandato se había construido la calzada, o la distancia a la población más importante, así como a la lejana Roma. Se colocaron estratégicamente cada milla romana, lo que correspondía a “milia passuum” o 1.000 doble pasos romanos (unos 1.481 metros), siempre al borde de las vías o calzadas. En nuestro país se conservan innumerables vestigios de la ingeniería de caminos romana, entre los cuales el más imponente y mejor conservado es, sin duda alguna, la Vía de la Plata con sus 189 miliarios.


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