miércoles, 4 de mayo de 2011

Pincelada: El resinero


Hoy queremos rendir homenaje a un oficio secular que, desde unos 30 años para acá, se puede decir que había casi dejado de existir en nuestro país. Se trata del “resinero”, un hombre que trabaja en los montes y pinares y recoge la resina de los árboles. Los hombres primitivos sabían ya cómo utilizar la resina para iluminar las cavernas. Más tarde, cuando no existían otros medios de impermeabilización, la resina se utilizaba para la fabricación de la pez que, a su vez, servía para evitar la entrada del agua en las frágiles embarcaciones de por aquel entonces y también para aislar el interior de las botas, toneles y pellejos de vino, con el fin de impedir la oxidación del mismo.

Después, fueron los militares quienes descubrieron su utilidad como arma contra sus enemigos. La pez se empleó para la fabricación de armas tales como flechas y otros proyectiles más sofisticados como las “teas incendiarias” o las “bolas de fuego”. Y si se trataba de conquistar una fortaleza, había que contar con que los defensores iban a repeler el ataque lanzando cubos llenos de pez hirviendo sobre los asaltantes.

En tiempos más modernos, la extracción de la resina (que es uno de los componentes indispensables para la fabricación del aguarrás, de barnices y de adhesivos) dio de comer a los habitantes de unas veinte provincias españolas, ya que España fue el tercer productor mundial de resina y sus derivados. Hasta que el oficio, debido a la creciente fabricación de productos sintéticos y a las importaciones de China, dejó de ser rentable. Y, de esa forma, este oficio tan antiguo se fue extinguiendo, como había sucedido ya anteriormente con tantos otros.

Sin embargo, debido primero a la reconversión industrial y después a la crisis económica, de un tiempo a esta parte, muchos jóvenes trabajadores procedentes de culturas rurales, están volviendo a sus orígenes y recuperando destrezas y oficios para poder subsistir en la brutal crisis económica y laboral que estamos viviendo. Sólo que, ahora, lo hacen de una manera más artesanal y aprovechan la resina extraída a las coníferas para la fabricación de cremas, jabones e inciensos que luego venden directamente al cliente en ferias de artesanía y en mercadillos medievales.
Margarita Rey

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