Anteayer terminábamos con “el caso del lino”, pero habíamos pasado por alto el escandalazo de la supuesta quiebra fraudulenta de “Banca Catalana”, fundada durante el franquismo por el padre de Jordi Pujol (CiU). A pesar del gran agujero que dejó, la querella en 1984 por apropiación indebida, falsedad de documento público y mercantil, y maquinación tras la quiebra de la entidad (en la que uno de los querellados era el por aquel entonces Presidente de la Generalitat Jordi Pujol) fue –como era de esperar– finalmente archivada.
Tampoco mencionamos “el caso Juan Guerra”, que tuvo como principal protagonista al hermano de Alfonso Guerra, por aquel entonces vicepresidente del Gobierno, porque el delito principal del individuo fue un choriceo de poca monta en comparación a los hechos que aquí nos ocupan. Lo suyo fue, entre otras cosas, tráfico de influencias, pero lo cierto es que éste fue el mejor ejemplo de la picaresca andaluza. Juan Guerra supo aprovecharse como un trilero de la estupidez de muchos de sus conciudadanos que le hicieron la ola por ser “el hermanísimo de…”. Si no fuese tan triste, diría que se trató de una especie de timo de la estampita a lo grande y que casi todas sus víctimas se merecieron ser engañadas, por idiotas.
Entretanto, nos situamos en 1996, año en el que Aznar había ganado las elecciones gracias al desgaste y a la corrupción en el último periodo del “felipismo”. Con el “caso Naseiro” a sus espaldas, que en 1989-1990 había reabierto la caja de Pandora sobre la financiación ilegal del PP, su máximo líder había prometido firmemente que su partido iba a gobernar “desde la honradez”.
Sin embargo, fue precisamente en sus dos legislaturas donde empezaron a fraguarse los mayores casos de corrupción de nuestra joven democracia. Uno de ellos, fue el escándalo que tuvo como principal protagonistas a Abel Matutes, ex ministro de Exteriores del PP, ex comisario europeo, ex alcalde de Ibiza y principal terrateniente y empresario de Ibiza (posee el 10% de la isla) y a su hija Estela (Stella), por aquel entonces “Consellera” de Vías y Obras de Baleares. En ese contexto, el 24 de mayo de 2007 “La Voz de Asturias” escribía:
“La corrupción urbanística balear salpica a Abel Matutes"
El Gobierno balear expropió como urbana una finca que la familia de Abel Matutes había comprado pocos meses antes a precio de rústico a un precio quince veces inferior, según informó ayer la Cadena Ser. La adquisición se produjo en abril de 2004, mientras se ultimaba el proyecto de la autopista que salió a exposición pública dos meses después. La hija de Abel Matutes, consejera insular de Vías y Obras, figuraba en esos momentos como consejera delegada mancomunada de la empresa que la compró, Agrupación Hotelera Doliga.”
Por aquel entonces, fue el Gobierno balear, encabezado por Jaume Matas (¡atención al nombre!), quien expropió la finca rústica sita en el paraje “Ses Variades”. Como era de esperar, en junio de 2011 la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Ibiza archivó el caso y retiró la imputación a todos los políticos investigados, después de que la Fiscalía ordinaria pidiese el archivo de las diligencias por "falta de indicios" de prevaricación, tráfico de influencias e información privilegiada. No hay que olvidar que el PP balear, sobre el que seguía planeando la omnipresente sombra de Darth Vader Jaume Matas, volvió a ganar las elecciones autonómicas del 22 de mayo de 2011.
En Andalucía, el “Caso Malaya” es la mayor fechoría cometida por un grupo político (el GIL) conocida en la historia de esta democracia. Los delitos, acaecidos desde 1991 hasta 2006, van desde el saqueo de un ayuntamiento (Marbella) por un grupo de políticos corruptos hasta el blanqueo de dinero y la fuga de capitales a paraísos fiscales, e implican a personajes variopintos, entre los que se incluye a una conocida folclórica, amante por aquel entonces de Julián Muñoz (“Cachuli”), un ex camarero reconvertido en político por obra y gracia de Jesús Gil y Gil.
Para todos aquellos lectores que no hayan jamás oído hablar de Jesús Gil, especialmente los de más allá del Atlántico, quisiera explicar quién fue ese siniestro personaje, ligado durante muchos años a la fiebre del ladrillo de Marbella, votado y lameculeado por la mayoría de sus conciudadanos (los mismos que después lamentaron haber seguido a este particular flautista de Hamelín).
Jesús Gil y Gil, franquista convencido, tenía ya como joven constructor una enorme mancha negra en su pasado. En junio de 1969, el comedor del complejo turístico segoviano “Los Ángeles de San Rafael”, del que Gil era promotor y propietario, se derrumbó y sepultó entre sus escombros a 58 personas. Pero tuvo suerte. Como adicto al régimen, los jueces no fueron muy severos con él: Gil y Gil fue sólo condenado a cinco años de prisión por un delito de “imprudencia temeraria” (léase "homicidio involuntario"). A los dos años del desgraciado acontecimiento, el Gobierno le indultó y pudo salir de prisión para proceder así su carrera como constructor y mucho más (desde 1987 hasta 2003 fue presidente del Atlético de Madrid, que utilizó para sus trapisondeos, con una pequeña interrupción de 4 meses decretada por un juez). Hasta aquí el paréntesis sobre Jesús Gil y Gil.
Mientras tanto, contra todo pronóstico, J.L. Rodríguez Zapatero se había convertido en el nuevo Jefe de Gobierno de España y todos las “minas” que venían coleando desde hacía tiempo acabaron por explotar.
Al PP y al PSOE empezaron a crecerles los enanos y la crisis, sobre todo en el campo de la construcción, agravó todavía más las cosas.
Margarita Rey
(….continuará….)
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