En la Edad Media, especialmente con los caballeros Templarios, se extendieron por toda Europa Occidental las „vírgenes negras”, cuyo origen es, sin embargo, mucho más remoto. Se remonta a los lejanísimos tiempos de nuestros primeros ancestros, para quienes lo negro era sagrado, ya que representaba a la Madre-Tierra. Nuestros lejanísimos ancestros adoraban piedras negras (fragmentos de meteoritos), caídas del cielo. Para ellos, la oscuridad significaba también seguridad, estar amparados. Ellos se sentían seguros en sus profundas cuevas, oscuras, adonde no se atrevían a penetrar los depredadores. Miles de años más tarde, las piedras negras, que no perdieron del todo su simbolismo (la mayor piedra negra se halla en la Meca, en la Kaaba), se transformaron en efigies, tallas o imágenes muy veneradas por ser símbolos de la fecundidad. Muy conocido ejemplo de virgen negra es la diosa egipcia Isis, que dio a luz al dios-hombre Horus, siendo virgen antes y después del parto, También se relacionan con las vírgenes negras, en cuanto a la fecundidad, a Cibeles, Artemisa, Demeter y Ceres.
Las más conocidas vírgenes negras españolas son, tal vez, la virgen de Guadalupe, la “Moreneta” de Montserrat o la Virgen de Regla, en Chipiona.
El culto a las vírgenes negras como tales se remonta a los celtas o pre-celtas. Tal culto se puede descubrir en la mayor parte de las grandes religiones y mitologías de la Humanidad. Los padres de la Iglesia no pudieron impedir ese culto, por estar muy arraigado en la gente; (también los primeros cristianos las adoraban), así que optaron por integrarlo en la religión cristiana, como una representación más de la virgen María. Pero en el culto a las vírgenes negras había algo esencial que no asumió la Iglesia: eran las diosas-madres, un símbolo de la Diosa Tierra. La Diosa-Tierra era el principio femenino y el Dios-Sol, que fecundaba a la Diosa-Tierra, el principio masculino.
Las vírgenes negras también están presentes en las grandes religiones americanas precolombinas o en muchas mitologías africanas.
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