Así titulaba ayer „La Verdad“ las medidas de austeridad anunciadas el miércoles por José Luís Rodríguez Zapatero. Es cierto que, como en todos los planes de ahorro, el más afectado es el pueblo llano. Para los ricos la austeridad supone unos céntimos. Mucho tiempo ha luchado el socialista Zapatero consigo mismo para imponer estas medidas, habiendo necesitado el empujón de Bruselas. Rajoy que se calle. Nadie le cree sus lágrimas de cocodrilo cuando habla de los más desfavorecidos a los que tanto perjudican las medidas. El PP habría sido más tajante aún en el ahorro.
La izquierda, también los sindicatos, tienen que acostumbrarse al hecho de que en este siglo los tiempos han cambiado. Es un milagro que el socialismo pueda sobrevivir, en incluso en cierta medida gobernar, en un mundo regido por el gran capital, que no conoce fronteras. El gran capital de los bancos multinacionales, los mercados del capital, y las grandes empresas transnacionales, que dictan a los pueblos sus condiciones de vida, según sus intereses muy poco sociales. Es hora de que a comienzos de este nuevo siglo, los partidos socialistas y los sindicatos también se transnacionalicen, superando las fronteras nacionales inexistentes para el capitalismo.
Muchos se preguntarán por qué Zapatero, en su plan de austeridad, no les ha aumentado los impuestos a los que obtienen los mejores sueldos, a las grandes empresas y grandes empresarios. Porque ello hubiese agravado más aún la situación de los trabajadores. Las grandes empresas tienen ahora muy fácil el transnacionalizarse y establecerse en países de bajos salarios. Otra pregunta flota en el aire: ¿por qué sigue el Gobierno español, en las actuales circunstacias, pagando el millonario tributo al Vaticano y a la Iglesia nacionalcatólica española? La Iglesia española es una entidad que posee un incalculable patrimonio en España. Todas las iglesias, las catedrales, las abadías, las iglesias, los monasterios, los seminarios…son propiedad de la Iglesia, que no paga impuestos ni IVA. ¿Qué teme Zapatero? Sí, por supuesto, el gran poder de movilización y agitación del alto clero español. ¿Hasta cuándo va a vivir España bajo este chantaje?
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