Recientemente, un incidente en un colegio madrileño ha puesto en candelero una cuestión que también trae de cabeza a los alemanes: el velo islámico. Francia que es el país europeo laico por excelencia, ha cortado por lo sano. Ha prohibido tajantemente que las mujeres musulmanas lleven velo en la cabeza o que se cubran de pies a cabeza con el burka. En Madrid, el incidente se produjo cuando un colegio no dejó entrar a una joven marroquí, que llevaba puesto un velo. Los padres de la alumna la llevaron a otro centro docente, que la admitió. Pero al día siguiente, el colegio había cambiado su reglamento, prohibiendo llevar el velo, e incluso gorras para los chicos, para que no se pudiese hablar de discriminación. La joven marroquí se quedó con velo, pero sin colegio.
En Alemania viven 2,8 millones de turcos (en España: 1.080.478 de musulmanes, en su mayoría marroquíes. Los estados federados (länder) alemanes de Baden-Württemberg, Baviera, Brema, Hesse, Baja Sajonia, Renania del Norte/Westfalia y Turingia tienen prohibido que las musulmanas (sobre todo las profesoras) se cubran la cabeza con el velo islámico. Las autoridades laicas consideran el velo un signo religioso, (también en Alemania se mantiene la polémica en torno a los crucifijos en las aulas y en los edificios públicos). Las propias musulmanas conciben el velo como una afirmación de su fe islámica. El Tribunal Constitucional Federal Alemán no ve, sin embargo, fundamento para prohibir el velo en las leyes escolares de los referidos länder.
Los alemanes lo tienen difícil con la integración de los turcos, en su mayoría procedentes de Anatolia, la región más pobre, más atrasada y más religiosa de Turquía. La política de integración que quiere llevar a cabo Alemania no consiste en la asimilación, sino en la inserción en la sociedad alemana de todas las etnias y religiones, conservando sus propias señas de identidad, pero aceptando un denominador común con la sociedad alemana. Los turcos, con su Islam y sus profundamente arraigadas tradiciones, se oponen a la integración, que, ciertamente, es incompatible con una concepción fundamentalista de ser musulmán. Las autoridades alemanas mantienen un intenso diálogo con los imanes (predicadores y jefes de las mezquitas) para que actúen moderando ese fundamentalismo e incidiendo en que los turcos respeten la Constitución y las leyes alemanas. Se dan casos de jóvenes turcas asesinadas por sus padres o sus hermanos por vestir a la occidental y tener, por ejemplo, un novio alemán. Los jueces no distinguen entre la tradición y la ley. Para los turcos, autores de semejantes barbaridades, están limpiando el honor de la familia. Para los jueces se trata de asesinato y a los autores, Islam sí, Islam no, les puede caer cadena perpetua.
¿Y qué piensan las feministas occidentales del velo? Para las feministas, si la joven musulmana lo lleva voluntariamente como adorno de la cabeza, tienen perfecto derecho a su velo. Pero si lo llevan forzadas por sus padres, entonces se trata de una violación de los derechos humanos y, en este caso, de la mujer. Furiosas reaccionan las feministas –y también intervienen los tribunales de justicia- cuando se trata de otras violaciones más graves de los derechos humanos: cuando niñas de 13 años son casadas por sus padres con hombres mayores, sólo por motivos económicos, siendo arrancadas de la escuela y de Alemania en auténticos secuestros a Turquía o cuando jóvenes turcas tienen que soportar tremendas palizas por no compartir el modo de vida de su familia.
Por propia experiencia, Alemania se opone al ingreso de Turquía en la UE. ¿En qué criterios se basa el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero para apoyar la entrada de Turquía en la Unión Europea, concediendo así a los turcos (en especial de Anatolia) el derecho a la libre circulación, es decir, que vengan también a España?
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