Cuando yo era un pequeño dinosaurio, los docentes eran para mí y mis compañeros todopoderosas autoridades, de las que dependía nuestro futuro. También nuestros padres respetaban a los enseñantes (profesores/profesoras, catedráticas/catedráticos) y ay de nosotros, pobres súbditos, si un docente se quejaba a nuestro padre de alguno de nosotros por nuestro bajo rendimiento.
Hoy, que ya soy un dinosaurio entrado en años, las tornas han cambiado. Ahora son los enseñantes los que tienen miedo a sus alumnos. Existe la cifra de 16.070 profesores que han sufrido la violencia de sus alumnos. Muchos docentes desarrollan enfermedades psicosomáticas y psicológicas por el ejercicio de su profesión. Los más usuales son los casos de ansiedad y depresiones. El profesor no solamente es amenazado, sino que puede ser agredido por alguno de los alumnos. Pero no solamente el alumno es el que agrede, también sus padres pueden convertirse en agresores. En un periódico leí una vez que la madre de un alumno abofeteó a una catedrática por que ésta había dado malas notas a su hijo. Por parte de los docentes se pide que entre en vigor la ley que confiere el rango de autoridad a un (una) profesor (a). Así, pegarle a un profesor equivaldría a agredir a un policía u a otra autoridad estatal.
La violencia en las aulas (en toda Europa), es un hecho patente. El mobbing (acoso) contra los profesores y el bullying (acoso escolar contra un compañero de clase) están en la orden del día en casi todas las escuelas. Especialmente crueles son las novatadas, que se van a sancionar por lo penal. También el botellón más que una diversión (a lo bestia) es una multitudinaria gamberrada, con el agravante del consumo de drogas.
No es que el dinosaurio de hoy y sus hermanos de especie, hubiésemos sido mejores que la actual juventud, de la que constan conductas muy positivas. No se puede eximir a la sociedad de hoy: violencia, corrupción, sexo sucio desbocado y emitido por las privadas, así como falta general de respeto (aquí a todo el mundo se le tutea, sin tener en cuenta sus estudios y sus méritos). A la parte sana de nuestra sociedad se la considera un desfile de “carrozas”. Pero en primer lugar están los padres que no pueden (ambos padres trabajan) o no saben educar a sus hijos en una democracia, con libertad, pero con ética y disciplina.
Hoy, que ya soy un dinosaurio entrado en años, las tornas han cambiado. Ahora son los enseñantes los que tienen miedo a sus alumnos. Existe la cifra de 16.070 profesores que han sufrido la violencia de sus alumnos. Muchos docentes desarrollan enfermedades psicosomáticas y psicológicas por el ejercicio de su profesión. Los más usuales son los casos de ansiedad y depresiones. El profesor no solamente es amenazado, sino que puede ser agredido por alguno de los alumnos. Pero no solamente el alumno es el que agrede, también sus padres pueden convertirse en agresores. En un periódico leí una vez que la madre de un alumno abofeteó a una catedrática por que ésta había dado malas notas a su hijo. Por parte de los docentes se pide que entre en vigor la ley que confiere el rango de autoridad a un (una) profesor (a). Así, pegarle a un profesor equivaldría a agredir a un policía u a otra autoridad estatal.
La violencia en las aulas (en toda Europa), es un hecho patente. El mobbing (acoso) contra los profesores y el bullying (acoso escolar contra un compañero de clase) están en la orden del día en casi todas las escuelas. Especialmente crueles son las novatadas, que se van a sancionar por lo penal. También el botellón más que una diversión (a lo bestia) es una multitudinaria gamberrada, con el agravante del consumo de drogas.
No es que el dinosaurio de hoy y sus hermanos de especie, hubiésemos sido mejores que la actual juventud, de la que constan conductas muy positivas. No se puede eximir a la sociedad de hoy: violencia, corrupción, sexo sucio desbocado y emitido por las privadas, así como falta general de respeto (aquí a todo el mundo se le tutea, sin tener en cuenta sus estudios y sus méritos). A la parte sana de nuestra sociedad se la considera un desfile de “carrozas”. Pero en primer lugar están los padres que no pueden (ambos padres trabajan) o no saben educar a sus hijos en una democracia, con libertad, pero con ética y disciplina.
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