La campaña electoral francesa toca a su fin. En su recta final, gracias a los buenos oficios del Canal 24 horas, hemos podido asistir al áspero debate cara a cara entre el Presidente Nicolás Sarkozy y su rival socialista, François Hollande, que fue visto por más de 17 millones de personas en el país vecino.
Según escribe la prensa francesa, Sarkozy lo tiene un poco complicado. Dicen las encuestas que, a pesar de haberse defendido como gato panza arriba, el presidente-candidato de la derecha no ha podido reducir de manera contundente la ventaja que, al parecer, le lleva Hollande.
Que conste que no tengo la más mínima intención de tomar partido por alguno de los dos contrincantes; eso tienen que hacerlo los votantes en Francia. Ahora bien, tengo que reconocer que a mí Sarkozy me cae fatal y no precisamente por su filiación política. Si antes le consideraba un arribista chaquetero, bajito, mala leche e hiperactivo, después de implicar a España en su campaña por la presidencia francesa (algo inaudito hasta ahora en el ámbito electoral internacional), me parece que su muy honorable partido no se merece a un personaje semejante como líder. Además, gane quien gane, tendremos que lidiar con esa relación de amor-odio que nos (des)une a nuestros vecinos allende de los Pirineos.
En el debate del pasado miércoles por la noche (¡nada que ver con las apacibles discusiones televisivas de nuestros gladiadores políticos poco antes de los comicios!), no faltaron los descalificativos y acusaciones. En el cara a cara, Sarkozy (quien en todo momento se mostró muy agresivo y un tanto chulesco) volvió a mencionar despectivamente a España. Una de sus maravillosas frases fue: ¿Los franceses que nos miran hoy quieren encontrarse en la situación de los españoles?". Lo que le valió la respuesta de Hollande: “Cuando Zapatero estaba en el poder le ponía usted de ejemplo, no es justo que ahora le trate así”. Efectivamente, hay que recordar que hubo épocas en las que Sarkozy estuvo a partir un piñón con Zapatero y que, cuando ZP inició sus antipopulares medidas de ahorro, Sarko le puso en todos los foros por las nubes.
Sin embargo, Sarkozy no tiene buena prensa en Francia. Y según tengo entendido, algo parecido le ocurre entre sus propios correligionarios. Tampoco ha ayudado mucho la polémica financiación de su campaña del 2007 por parte del dictador Muhammad al Gadaffi, confirmada por los abogados del ex primer ministro de Gadafi Bagdadi Ali al-Mahmudi, (actualmente encarcelado en Túnez), a la web de investigación Mediapart.fr.
Y para acabarlo de arreglar ha vuelto a hacer la ronda la publicación que tuvo lugar poco antes de que se celebrase la primera ronda de las elecciones, aparecida en todos los medios de comunicación franceses (incluido YouTube), de un tremendo lapsus en tiempos de crisis. Las imágenes muestran al presidente francés luciendo un lujoso reloj de oro blanco de la prestigiosa marca Patek Philippe. El modelo 5140-G tiene un precio de catálogo de 65.000 francos suizos (al cambio: unos 55.000 euros). Al parecer, fue un regalo de su esposa, Carla Bruni. Ante la mala prensa, el cronómetro desapareció por arte de birlibirloque de su muñeca durante la campaña electoral (aunque no ha transcendido la marca del reloj que está utilizando ahora, al menos cara al público).
Pero la guinda del pastel han sido los coqueteos populistas de Sarkozy con la clientela de la ultraderechista Marie Le Pen, a la que pidió abiertamente el voto en la segunda y última ronda electoral que tendrá lugar el próximo domingo.
Cierto, todo esto no arregla su imagen. Pero, a pesar del poco apego que siente la mayor parte de los franceses por Sarkozy, incluso entre los votantes de centro-derecha, pesa más el miedo que le tienen al empobrecimiento que podría suponer la victoria de François Hollande para una clase media, cada vez más asfixiada por las diversas cargas fiscales, que, como en todas partes, siempre repercuten en los mismos.
Por todo ello, podría ser que “el pequeñín” nos volviese a sorprender pasado mañana. De lo cual con toda seguridad se congratularía su principal aliada en la zona Euro, Frau Merkel.
Margarita Rey
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