Dos glosas, dos días distintos (10. Y 11.05.12), un mismo tema y el mismo articulista: el estupendo y siempre sembrado Manuel Alcántara en el diario digital “hoy.es”:
El nombre de las cosas
La nacionalización de Bankia ha sido para algunos no solo una idea genial, sino la única posible, agotadas todas las demás. Para otros, es la culminación del tocomocho financiero al que estamos sometidos. Cuando no hay otra salida sobran los exploradores y es justo reconocer que tienen mucho mérito convertir al Estado en accionista mayoritario cuando le faltaba un cuarto de hora para ser aplastado por sus deudas. Lo que iban a ser ayudas, más o menos imponentes, se ha transformado en capital imponible. Las virtudes taumatúrgicas de los políticos crecen en los momentos de apuro. Alguien, no se sabe quién, les da el nombre exacto de las cosas para que siendo idénticas atiendan si se les llama de otro modo. Es como si para reflotar el Titanic fuera suficiente bautizarlo de diferente forma. Lástima que la deuda flotante sea la misma y además haya que indemnizar a los pilotos.
La gente de la calle, entre la que me cuento aunque cada vez salgo menos de casa, nos preguntamos por el precio de todas las medidas necesarias. ¿A cuánto sale la herencia recibida, añadiéndole la venganza del ladrillo, los activos tóxicos y la madre que los parió? Ser español consiste en aguantar a otros españoles, pero agradeceríamos que nos dijeran cuál es el límite de nuestra resistencia. Mi admirado Haro Tecglen, no menos lúcido que amargo, hablaba del «autoritarismo democrático» y solía citar a Einstein, que decía que «dos y dos son cuatro hasta nueva orden».
Sería consolador que entrara por alguna ventana algo de claridad para que pudiésemos ver el contorno de las cosas, ahora que estamos en mayo, que es un mes tan cruel como abril y como otros cualquiera. Cuando nos hablan de nacionalizar, nuestros gobernantes se refieren sin duda a la parte de la nación que deja de ser nuestra. Dicen los viajeros que el nacionalismo se quita viajando, pero también se atenúa o desaparece cuando se hacen viajes a través de nuestra habitación.
Los auditores no eran sordos.
Oyeron el estrépito, como algunos animales más o menos domésticos, antes de que se produjera la caída. Los de Deloitte, sin ir más lejos ni más hondo, detectaron y alertaron sobre otro agujero en Bankia de 2.500 millones de euros. Pelillos a la mar de la confusión financiera. España está horadada y donde quiera que se mire se encuentran boquetes. El PP dice que el responsable es el presidente del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, nombrado por el Gobierno socialista, y la señora De Cospedal, nombrada por su partido, insiste en echarle todas las culpas a la herencia recibida. Aporta datos, al margen de los cinco millones y medio de parados, están los 25.000 millones de desfase presupuestario a los que hay que sumar los intereses de deuda. `Qué mareo! La zarabanda de cifras nos tiene aturdidos. No sabíamos los pobres que debíamos tanto dinero.
Con razón la UE desconfía de España en la misma medida que los españoles desconfiamos de nuestros más altos cargos, ya sean bancarios o judiciales. Lo del señor Dívar, que viajaba más que su propia maleta, es sencillamente bochornoso. El alguacil alguacilado. Buena le ha caído a Eduardo Torres-Dulce con esta película donde los buenos oficiales son acusados de malos y acaparan si no todas las sospechas, sí las más evidentes. No íbamos a dejar solo a Urdangarin, que bastante tiene con lo que tiene, aunque a él no le bastara con lo que tenía.
No son suficientes las auditorías para lo que hay que oír. Son más peligrosos los golfos refugiados bajo un manto de honorabilidad que los que trabajan a cuerpo limpio. A estos últimos es bastante con aplicable la ley, pero cómo se juzga a los juzgadores. Hay que tener mucha cautela, no sea que al tirar del manto, quiero decir de la manta, aparezca más gente digna de respeto. Si procuran que una de sus manos no se entere de lo que hace la otra es por no delatar a la encargada de llevarse lo que no es suyo.
Fuente: hoy.es
Autor: Manuel Alcántara
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